lunes, 19 de octubre de 2009

DEMOCRACIA Y TOTALITARISMO


 

Es evidente que ambos términos y lo que significan, trasciende lo político para inspirar, y de cierta manera conducir, la vida individual y colectiva de una sociedad.

 

En la democracia se infiere que existe tolerancia, respeto a las minorías, libertades plenas y sin restricciones salvo en aquello que afecte los intereses naturales de otro individuo y la comunidad.

 

Democracia es aceptar la opinión ajena con la comprensión y el respeto que reclamamos para la nuestra. También implica cambios, diferencias y críticas sin que para esto tenga que practicarse la violencia por ninguna de las partes que integran el conflicto.

 

La democracia se sustenta en un estado de derecho. Leyes públicas. Cabildo abierto. Capacidad legal para defendernos y atacar sin que el poder constituido pueda valerse de la fuerza para lograr el sometimiento.

 

Democracia es ley con justicia y puede ser tan amplia en su acción como mínima la base de restricciones sobre la que se sustenta.

 

Dictadura y totalitarismo son sinónimos de la fuerza arbitraria, del orden por medio de las bayonetas; práctica constante de la autoridad sobre la comunidad y dispersión de la individualidad para que se conforme una masa informe que responda a consignas y esquemas que dimanan del poder.

 

Dictadura es prohibición. Regla en movimiento que pretenda establecer un rígido control sobre la acción y el pensamiento.

 

Totalitarismo es la extinción de la capacidad de creación libre del individuo. El cese del derecho. Fin de la autonomía del ciudadano en su relación con el estado.

 

El derecho en esos casos no es fundamento del gobierno. Su práctica es arbitraria y solo responde a los intereses de sobrevivencia del conductor. La opinión no se sustenta en el número de personas que la emiten sino en la fuerza del que la impone.

 

El "genio" de la democracia no tiene que estar en el poder para expresarse porque la conducta democrática es válida aún en la oposición aunque sin dudas se reproduce en esencia en los gobiernos que la practican.

 

Más aún, por la conducta de un opositor calificado como demócrata en el período que procuró el cambio se puede colegir cuál va a ser su actuación en el gobierno.

 

En los sectores oposicionista con inclinación totalitaria sucede algo similar; porque el "duende" del absolutismo se manifiesta ampliamente durante el proceso que antagoniza con el grupo dominante. Por las formas de hacer oposición se puede inferir como será la conducta del grupo cuando acceda al poder.

 

Lo anteriormente expresado precisa un cuestionamiento. ¿Se puede luchar contra una dictadura con métodos democráticos y con convicciones de ese tenor? ¿Es posible enfrentar la violencia gubernamental con la sola persuasión? ¿Se puede dialogar con quienes se hacen sordos ante los reclamos de una sociedad en crisis?

 

Si los regímenes de fuerza se valen de la ausencia de escrúpulos para impedir los cambios naturales en una sociedad; ¿es razonable y prudente por parte de una oposición democrática callar los suyos y entonces confrontar con cualquier método al grupo que controla la sociedad? De hacer esto ¿no se están socavando las bases democráticas de la sociedad que se desea crear al usar técnicas contrarias al espíritu de la democracia? De no hacerlo ¿no incurre la corriente democrática en el vicio de la autocomplacencia estéril o, lo que es peor, de complicidad criminal con la dictadura?

 

¿Se debe ser tolerante con quien no lo es? ¿Escuchar al que censura cada vez que tiene una oportunidad? ¿Darle espacio a la manifestación y a la querella legal a los que reprimen ese derecho? ¿Se debe respetar al que victimiza, comprender al verdugo y luchar por el derecho a oprimir de los opresores?

 

Realmente la confrontación entre dictadura y democracia es altamente crítica porque no solo ambas responden a concepciones políticas y a la educación ético-moral de los actores sino que también subyace en la naturaleza específica de quienes tienen uno u otro concepto sobre las formas de vivir la humanidad.

 

Es fácil suponer, el desarrollo del individuo así lo expresa, que el espíritu democrático tiende a imponerse a pesar de las contradicciones en que el hombre y su tribu pueden incurrir. La sociedad humana en términos generales ha progresado en sus relaciones aunque persistan innumerables atrocidades. El hombre es menos animal cada día aunque hoy, por los adelantos tecnológicos, es más peligroso como bestia o jauría como nunca antes en la historia.

 

Las contradicciones entre democracia y dictadura son de cierta manera una expresión social de nuestros conflictos de personalidad que se debaten y afloran socialmente.

 

Es muy posible que no exista un solo ser humano que no albergue en su espíritu un dominador, un controlador, un verdugo junto a su otra mitad justa, comprensiva y tolerante: porque lo que es difícil concebir son seres de un solo hemisferio en conducta y pensamiento, porque de existir serían Santos o Azotes, condición que deja pálido a los héroes y los tiranos.

 

Pedro Corzo

 

Mayo 2004