lunes, 19 de octubre de 2009

DIALOGO Y/O BELIGERANCIA


 

En los últimos años la oposición democrática cubana, en la isla y en el exterior, ha confrontado dos tesis estratégicas que al parecer son tan incompatibles en sus valores morales que han transformado a los que debían ser simples adversarios en enemigos irreconciliables o poco menos.

En ambos proyectos existen personas racionales que defienden sus consideraciones sin llegar a menoscabar la dignidad de quien le adversa, pero también, en las dos vertientes encontramos poseedores de verdades absolutas; Torquemadas modernos que con fanatismo inexorable destruyen y desacreditan a quienes no creen en la fórmula que proponen.

Sin embargo y corriendo el riesgo que los inquisidores de ambas tesis me excomulguen y cremen manifiesto que no solo creo que las tesis "beligerancia y diálogo" son derecho indiscutido de quien las seleccione y que cada quien tiene facultad para elegir la vía más a cónsono con sus convicciones, intereses y posibilidades sino que ambas consideraciones son tácticas y estratégicamente compatible en cualquier proyecto político con sustentación real que se desee implementar.

La beligerancia es el recurso extremo de toda oposición política cuando está siendo asfixiada por el poder real. A ella se accede cuando el poder rechaza todo entendimiento y destruye el tejido de la sociedad civil en el que la oposición podía expresarse. La represión oficial establece un dique de contención a la resistencia cívica e impulsa a las fuerzas que le adversa al enfrentamiento armado conduciendo a una espiral de violencia de una forma cruda y despiadada. La beligerancia es obligación insoslayable en aquellos a los que se le conculcan sus derechos.

El diálogo es la confrontación civilizada de dos o más que desean o necesitan entenderse. Al diálogo se puede llegar por respeto y cordialidad entre las tendencias pero también por agotamiento, necesidad o temor a una fuerza disuasoria que amenace la existencia o integridad de una de las partes.

El Diálogo y la Beligerancia, contemplando ambas fórmulas ante una dictadura como la cubana son dicotómicos en la forma pero no en la esencia. Ambas estrategias frente a un gobierno despótico tienen que sustentarse en la fuerza, independientemente a la naturaleza de esta y al uso que de la misma se haga.

Si no se poseen elementos disuasorios económicos, militares, movimientos cívicos nacionales e internacionales una opinión pública favorable a nivel de gobiernos extranjeros, etc.; lo suficientemente poderosos; la dictadura no percibirá la presión requerida que la lleve a la negociación y si la facción beligerante no posee una estrategia que tienda a involucrar a la nación en su conjunto, con un agudo sentido de la oportunidad y de las coyunturas nacionales e internacionales y un proyecto de autosuficiencia económica que sostenga su estrategia de desestabilización del enemigo el gobierno no se quebrará y solo restará a ambas tendencias la conciencia de un honroso esfuerzo sin los resultados apetecidos.

Estoy convencido que el Diálogo y Beligerancia como variantes de la confrontación son potencialmente compatibles y factibles al extremo que ambas pueden apoyarse mutuamente a pesar de sus diferencias. La beligerancia cívica de Solidaridad y las protestas callejeras de Praga provocaron el diálogo que terminaron con el totalitarismo checo y polaco. Los fusiles de Ardid y la crueldad de sus seguidores en Somalia influyeron para que los E.E.U.U. retiraran sus soldados de ese país. La beligerancia militar de los rumanos provocó el derrocamiento de los Ceaucescus. La violencia del IRA irlandés ha llevado al gobierno británico a proponer un diálogo; la resistencia cívica abortó el golpe de estado ruso de Agosto de 1991; la presión internacional y la poderosa resistencia interna ha destruido el régimen de Apartheid en Sudáfrica y la capacidad de destrucción mutua de israelíes y palestinos con diferencias ancestrales siempre resucitadas con los muertos de ambas naciones, les convenció que era necesario confrontar de otra manera porque para ambos pueblos se hacía cada día más difícil la existencia.

Creo fervientemente en el ensamble de ambas estrategias. Es necesario el respeto a los que están en una u otra vía siempre y cuando cada proyecto contemple el respeto a los valores nacionales y el establecimiento de una sociedad de derecho y para concluir, hay que asumir como propia una frase de un beligerante de pura cepa, de un luchador incansable, también un amigo entrañable, "la fuerza invita al diálogo y el diálogo a las concesiones".

 

Pedro Corzo