lunes, 19 de octubre de 2009

Discriminación más allá de la frontera


Los flagelos  de la discriminación y la represión están presentes en toda sociedad. No importan el nivel de desarrollo económico ni la solidez del estado de derecho. El individuo y la comunidad siempre están  sujetos a ser  objeto  del abuso de los poderes públicos y privados, pero bajo las condiciones excepcionales que priman en un estado totalitario ambos conceptos se manifiestan en toda su dimensión,  al extremo que tienden a confundirse y perder sus respectivas connotaciones.

 La discriminación y la  represión que aborda este trabajo, no es la individual, la que una entidad no gubernamental, natural o jurídica,  aplica contra otros individuos, sino la oficial, la que un estado instituye contra la persona y  la comunidad, para impedir el libre curso de las opiniones y en consecuencia el disentimiento u oposición. El ciudadano cubano padece todo tipo de opresión y seria valido suponer que cuando el individuo decide abandonar el país  ésta termine,  pero en  la isla no es así. El gobierno considera traidor a  todos los que deciden asumir su propio destino y romper con la tutela oficial,  por eso el futuro  expatriado tiene que expiar la culpa padeciendo todo tipo de vejamen.

 La expulsión de centros de estudios o laborales. Le entrega de todo tipo de bienes y la espera de un permiso de salida, convierten en agonía el arribo de un futuro incierto. El proceso es lento. La vida se hace más precaria y pendiente de la voluntad de un funcionario o de un vecino mal intencionado.

La partida es traumática. Dura. Dejación de pasado  y las esperanzas. Desarraigo. Tocar el fondo de  la existencia e iniciar un periodo en deriva que por siempre se ignora cuando concluye. La  casi certeza de que  las palmas esperarán  toda una eternidad. Iniciar una nueva vida,  prepararse  para  nuevos retos y asumir otra vez la responsabilidad de la propia existencia. El país quedo allá. Está en la  memoria, en  los sentimientos y por eso se actúa  de acuerdo a las  convicciones y querencia. La tierra dejada se quiere, se tiene con uno al igual que su gente, sin que importe  la realidad política en la que están inmersos.

 Deseas  visitar a los tuyos,  hacer realidad los regalos de los sueños.  Se vive  en libertad y  en el disfrute de  los derechos,  y un día, cuando se decide regresar sobre lo andado se  choca con el pasado. El nuevo pasaporte es costoso. El boleto para viajar supera los planes y el humillante permiso para entrar al país es también de un valor que hace vacilar el  presupuesto. Pero eso no es todo. Puede que  venga  la represión como carga de machete. Depende de cual ha sido la conducta en el exterior.

Discreción, silencio, olvido del pasado y  ceguera total ante el presente  pueden ser considerados  factores positivos para reconocer los derechos.  Escritos, manifestaciones, protestas, cuestionamientos a la dictadura o sus asociados,  es la espada  que hace trizas  pasaje, pasaporte y regalos. La garra del  totalitarismo  hace sentir  su ponzoña.

 Para muchos exiliados es muy  difícil librarse de la presión  que generan las autoridades cubanas. La protección consular que debe dar  todo país a sus nacionales en el extranjero esta supeditada a la posición política.  Los derechos  siguen conculcados. No importa que se esté  fuera de  la patria, se constata una vez más que en la isla solo cuenta la voluntad de los que gobiernan. La realidad es cruel  pero no se  puede ignorar. El totalitarismo insular sigue cercenando  derechos y oportunidades,  sin importar fronteras.

 Hay que admitir que el régimen es consecuente y parte de su compromiso es hacer  sentir fragilidad e indefensión ante su poderío. Para lograrlo invierte cuantiosos recursos en una  eficiente burocracia y en una clientela política que  se presta a todas sus maniobras. Son sus reglas. La discriminación trasciende las fronteras del país de origen y  el patrón de todo y todos  no ha olvidado el pecado original en que se incurrió. El traidor, el  apátrida,  lo seguirá siendo por siempre salvo que  tenga la disposición de aceptar que los derechos  naturales son privilegios que otorgan los que gobiernan.

 Como contraparte una columna vertebral flexible y una moral nutrida en la mentira,  permite disfrutar de ciertas oportunidades. El silencio cómplice es bien retribuido. Viajes, atenciones y permisos especiales y hasta la posibilidad de convertirse en socio empresarial del régimen si hay disposición a seguir mudo y ciego ante la realidad. La militancia, la critica al exilio y sus actos pueden transformar  en héroe oficial el antiguo "traidor". Un colaborador siempre listo para acusar, denigrar y entorpecer la labor de aquellos que están a favor de la democracia en Cuba, sin que importe la nacionalidad del defensor.

 Tampoco se puede olvidar a los agentes. Individuos entrenados para espiar, organizar campañas y neutralizar enemigos. Esos, juntos a los funcionarios de las sedes diplomáticas,  son los mas peligrosos porque establecen contactos con personas  y agrupaciones que tienen aproximaciones ideológicas o  de cualquier tipo con el régimen cubano.

 Entre comerciantes sin escrúpulos, mercenarios políticos, agentes  y tontos útiles  se sustenta la represión extraterritorial que tienen su mejor aliado en  organizaciones  nacionales  que reciben cuantiosos fondos  para montar campañas favorables al gobierno de La Habana y de descrédito a quienes lo rechazan. Los partidarios de estas agrupaciones pueden actuar en su momento como genuinos miembros de Brigadas de Respuesta Rápida en el exterior.

 Pero quizás la  discriminación más real, directa y oprobiosa la padece el cubano que al fin viaja a la isla  y que por el número de individuos que afecta no puede obviarse. En el  aeropuerto se ejerce  una presión real sobre el viajero. Se habla mas bajo, no se protesta por las arbitrariedades sufridas. Se está  a expensas del cambio de humor de los agentes de viaje, el temor a la cancelación de la partida hace presa de la mente de todos.

 Y en Cuba. La aduana. Las confiscaciones. El miedo a una fotografía, una conversación o una militancia olvidada. Una amistad "peligrosa", cualquier suceso no grato a las autoridades puede determinar ser conducido a un cuartelillo de la seguridad, ser arrestado y en el mejor de los casos deportado. Esa es Cuba, donde siempre  el ciudadano está en peligro.

 

Pedro Corzo

Mayo 2008