domingo, 11 de octubre de 2009

EL AMARGO ENCANTO DEL CASTRISMO


 

Es indudable la capacidad de seducción de Fidel Castro. Su figura, a pesar de anacrónica y condición de dinosaurio político, como en una ocasión le calificara Mario Soares, ex presidente de Portugal, continúa cautivando a ciertas personalidades, ya sea por debilidad mental, moral u oportunismo político.

 

Castro es cruel, despiadado e ineficiente en todo lo que no sea conservar el mando, pero sin dudas es un dictador con de convicciones, y nadie en su sano juicio se atrevería a negarlo. Conserva barba y uniforme, y aunque se ponga una guayabera, mantiene la férrea decisión de seguir aplastando a quienes se le opongan en tiempos en que el civilismo se impone y hablar de pluralismo y democracia es el ABC de cualquier político.

 

Continúa manejando con eficiencia el "heroico mito" de la insurrección guerrillera en la Sierra Maestra. Aquella gesta, su reto a los yanquis y su rápido borrar los servicios mercenarios que le prestó a la extinta Unión Soviética por más de 30 años, aún le favorecen. Castro está consciente que es la única personalidad en ejercicio político, con peso específico en el escenario mundial, que posee un historial de más de 38 años y eso, sin lugar a dudas, los resultados lo evidencian, tiene para algunos gobiernos y ciertos dirigentes un hechizo peligroso porque no se percatan que en esta ocasión la serpiente y el fakir son una sola entidad.

 

Castro y su régimen, prolongación de sí mismo por la debilidad moral de quienes puedan respaldarle en Cuba y en el extranjero, saben que particularmente en Latinoamérica muy pocos le cuestionan pública y directamente. Que no pocos dirigentes o figuras públicas sienten satisfacción al acercarse a su leyenda, por lo que es de creer que estos personajillos, también degustarían la proximidad a Hitler, Stalin o un tirano saurio Rex, revividos. Disfrutan sus desplantes y ofensas y  no se resienten ante las angustias de la nación cubana, que sufre en la caótica dictadura que le oprime.

 

El arrobamiento, el hechizo, es real. Si no, cómo explicar la no exigencia de los gobiernos de América Latina al régimen de Cuba por una genuina democratización en la isla. Cómo estos gobiernos, a los que se suman europeos, asiáticos y africanos, respaldan y auspician políticas de fuerza contra otros gobiernos dictatoriales y eximen de sus sanciones al cubano. ¿Porqué Canadá envía ayuda a Cuba y auspicia el bloqueo a Haití? ¿Cuál es la razón por la que el Secretario General saliente de la O.E.A. y su sustituto, procuran el reingreso de Cuba en la organización sin que se hayan producido cambios democráticos en ese país, a la vez que buscan   fortalecer las sanciones contra Haití?

 

Sería bueno conocer, ¿por qué los parlamentarios mejicanos donan un día de haber a Cuba y no lo hacen a los pobres de su país?, a esos que se ven obligados a cruzar a nado el río Bravo o atravesar el desierto,  para encontrar empleo al otro lado de la frontera.

¿Por qué los llamados Pastores por la Paz, no dedican un poco de sus buenos oficios en ayudar al también sufrido pueblo haitiano?

¿Cuál es la razón para que Castro asista a las Cumbres Iberoamericanas, si él no ha sido elegido democráticamente?

¿Por qué ningún gobierno de América Latina ha auspiciado censuras al régimen cubano en los foros de Derechos Humanos de Naciones Unidas?

¿Por qué el SELA, Sistema Económico Latinoamericano (27 países) pide el fin del embargo al castrismo y no hacen igual con el real bloqueo a Haití? ¿Cuál es la razón que en la Cumbre de Barbados, Primera Conferencia sobre Islas Pequeñas, se acoja a Castro y se rechace a Cedras y que en las Cumbres Iberoamericanas el tema de Cuba, una realidad política de más de tres décadas, no aparezca en la agenda oficial?

 

Por supuesto que no es justo ni racional, atribuirle a la ceguera o complicidad extranjera la longevidad de la dictadura. Los primeros responsables somos los cubanos. Los que colocaron letreros que decían "Esta es tu casa Fidel", los que corearon "¿Armas para qué?", los que exclamaron "¿Elecciones para qué?", "Si Fidel es comunista que me ponga en la lista", los que se envilecieron para ser parte del Poder, los que nunca confrontaron la dictadura y huyeron en estampida o se plegaron en rebaño; los que reniegan de sus recientes responsabilidades, desertando sin luchar por un cambio.

 

Los cubanos somos los responsables por hacer dejación de nuestros derechos y evadir responsabilidades, pero el mundo exterior -políticos, inversionistas e intelectuales- sostienen junto a quienes apoyan al dictador dentro de la isla, una farsa que hunde a la nación cubana.

 

Pedro Corzo

1995