domingo, 11 de octubre de 2009

El Decoro en bancarrota


 

 

La XX  Cumbre de Rió en Santo Domingo demostró una vez mas la falta de solidaridad hemisférica y como la conveniencia política, algunos le llaman diplomacia, determina la conducta de los mandatarios en la mayoría de los países del continente.

 

Los gobernantes latinoamericanos siguen metiendo la cabeza en el fango. Guardaron silencio ante las muchas verdades que con firmeza y valentía manifestó el presidente Álvaro Uribe a la vez que asumía  su  responsabilidad por haber atacado parte del  territorio ecuatoriano.

 

Sobre el debate no hago comentarios. Muchos, gracias a la tecnología, pudimos presenciar  un evento que nos dejo apreciar el talante de quienes nos gobiernan y como podríamos hacer infinidad de análisis y consideraciones, aquí tienen los míos.

 

Independiente  del mandatario dominicano,  Leonel Fernández  que cumplió a cabalidad su rol de moderador y fue aun más allá cuando pidió una reconciliación  de las partes en conflicto, solo dos presidentes fueron auténticos en el encuentro.

 

Álvaro Uribe, seguro, bien informado y con la altura que corresponde a un jefe de estado que respeta al pueblo que representa,  descubrió una pequeña parte de la montaña de información  que todos suponemos guarda la computadora personal de Raúl Reyes. Le espeto al presidente ecuatoriano Rafael Correa que no le había informado del operativo  porque Reyes podría haber escapado y agrego sin ambages que las FARC contaban con un santuario en Ecuador. De hecho acusó a Correa entre otras muchas cosas de colaborar con los terroristas y hasta de asistir y ser asistido económicamente por los irregulares.

 

El otro que considero se mostró tal y como es,  fue el mandatario ecuatoriano Rafael Correa. No aceptó las acusaciones de  Uribe. Se defendió  con firmeza y no dudo en contraatacar. El apretón de manos a  Álvaro Uribe  fue su única concesión  en toda la jornada, porque  como los ojos, dicen,  son el contar del alma, su mirada reflejaba el odio y el desprecio que siente por su colega colombiano.

 

Correa tiene las características del  ideólogo fundamentalista.  Es un iluminado, soberbio y muy posiblemente un déspota. Me recuerda en alguna medida a Ernesto Guevara. Su irrespetuosa irreverencia, su rencor  y el desprecio que siente por todo lo que le adversa  son características que primaban en el felizmente desaparecido, que tenia como divisa el odio como arma de lucha, pero que también reconocía  sus acciones,  como cuando dijo en Naciones Unidas el 13 de diciembre de 1964, Fusilamos y seguiremos fusilando.

 

Sin embargo las conductas de los presidentes Daniel Ortega y Hugo Chávez fueron lastimosas. Se comportaron con escasa dignidad. Sus palabras y actitudes distaron mucho de las que habían proferidos en días anteriores. Dos mandatarios que hasta hacia unas horas parecían estar dispuestos a las confrontaciones mas duras bajaron el perfil y mostraron una disposición al entendimiento que contrastaba con las ofensas y amenazas alegadas con anterioridad.

 

Por eso la oposición nicaragüense le pidió a Ortega que dejara de ser el furgón de cola de Chávez,  por su parte los adversarios del mandatario venezolano reclamaron que este traslade ese espíritu de convivencia y tolerancia al ámbito nacional para que cese la crispación en el país.

 

Parece que los papeles de Uribe y los discos duro del ya corrupto Raúl Reyes fueron factores que disuadieron al temperamental presidente venezolano y  su colega nicaragüense, ya que aceptaron que era mejor un mal arreglo a un conflicto en las que tenían todo para perder. En mi opinión esto lo corrobora  la propuesta del mandatario hondureño  Manuel  Zelaya al presidente Uribe de que no diera curso a su idea de llevar a una corte internacional la relación de su colega venezolano con los terrositas de las FARC.

 

Pero concluyo con una idea central. El presidente Uribe estaba solo en un templo donde no pocos de sus colegas lo contemplaban con hostilidad. Las palabras de Correa y Chávez lograron aplausos. Uribe solo conquistaba el silencio. Su verdad sobre la colaboración existente entre  los gobernantes de Venezuela y Ecuador  con los terroristas de las FARC era incomoda para el resto de los mandatarios.  Los presentes estaban disgustados, ninguno gustaba de verdades incomodas que les revelaban como cómplices por participación u omisión de un conflicto que dura décadas.

 

Todos como era legitimo  rechazaron el ataque a Ecuador, ninguno como hubiera sido justo,  condenaron los actos terroristas de los delincuentes colombianos. No hubo condena para los actos de secuestro ni exigencia a los secuestradores para que liberaran a las victimas. Ni un solo gobernante se mostró interesado por toda la verdad, se apreciaba el apuro por echar el estiércol bajo la alfombra. El calificativo de terrorista solo lo usó Uribe, el resto evitaba términos comprometedores. Así son, los que nos gobiernan.

 

Pedro Corzo

 

Marzo 2008