domingo, 11 de octubre de 2009

EL DERECHO A LA REBELION: DEL MACHETE AL SEBORUCO

Durante toda su historia el pueblo cubano ha expresado de diversas maneras su rechazo a los gobiernos que le han impedido un desarrollo socio-económico satisfactorio y negado la práctica de libertades públicas e individuales. Esas confrontaciones se desarrollaron  por etapas y fueron asumiendo gravedad según lo exigían las circunstancias.

 

Al machete se llegó después de numerosos y serios esfuerzos para que la metrópolis reconociese los derechos que nos asistían.  La bomba se uso contra Machado porque éste no dio alternativas al pretender perpetuarse en un gobierno que había esclerosado en sus abusos.  Batista usurpó el poder en 1952 por medio de la violencia y la alternativa que dejó a la oposición por cerrarse a soluciones negociadas fueron las mismas que lo entronizaron.

 

Castro, el más letal de nuestros dictadores, no solo en la dimensión humana sino también en lo que atañe a  la violencia indiscriminada en el proceso insurreccional que  dirigió, es también el que más obtusamente ha negado espacio a la lucha cívica, aplastando primero y prohibiendo después, la conformación de un tejido social sano que posibilitase cambios y reformas equilibradas y satisfactorias para la comunidad nacional.

 

La oposición asumió prácticas violentas porque la dictadura se abroqueló en una tesis excluyente y discriminatoria.  El gobierno imposibilitó la confrontación cívica y civilizada. El terror oficial engendró la violencia de los oprimidos porque la justicia se hizo injusta; recuerden aquel espurio proceso a los pilotos aviadores  en 1959.  La prensa se amordazó. Bien presentes han de estar las coletillas y posteriores confiscaciones.  Los partidos políticos suprimidos.  La sociedad civil agarrotada hasta desaparecer.  La dictadura asfixiaba al país contestario y éste en extremo existencial recurrió al supremo derecho de la rebelión.

 

La rebelión fue cruenta pero la violencia gubernamental fue despiadada, efectiva y sistemática.  El Kremlin apoyó a La Habana.  Buena parte del mundo omnibulado con la poesía del castrato y el discurso antiimperialista no quería ver ni escuchar.

 

Millares fueron fusilados.  Aldeas estratégicas, pueblos cautivos, a los que fueron a parar miles de familias para alejarlos de los focos rebeldes.  Un 15 por ciento  de la población exiliada.  Cientos de miles a prisión. 

 

La Pax lúgubre de Castro, síntesis de miedo, desconfianza, favoritismo, represión, cárcel y muerte,  se extendió con suma dureza por toda la isla.

 

Pero a pesar de la opresión la resistencia no desapareció.  Las montañas, la lucha en las ciudades, las tareas de infiltración fueron substituidas por un presidio que no ha claudicado.  Los hombres y mujeres tras las rejas no fueron neutralizados.  Crecieron espiritualmente y se convirtieron en el reservorio moral más importante de la oposición.

 

La autoridad se hizo más precisa.  Selectiva.  La desconfianza fue inoculada en cada célula de la sociedad.  Al parecer la Pax se había cimentado.  Sólo esporádicos e individuales chispazos de rebeldía expresaban inconformidad.  Pero en verdad la oscuridad no era tan cerrada.  La oposición estaba latente y el régimen estaba a su vez engendrando sus contradicciones.  La simulación, el doble pensar, la escasez crónica, las injusticias con sus propios sostenes tenían una vida limitada.

 

Surgieron focos de resistencia en las propias fuerzas del poder y los grupos opositores que parecían extinguidos recobraban energías con el propósito de participar en las nuevas variantes de la confrontación.  Emergió el movimiento de los Derechos Humanos.  Concepto que la naturaleza totalitaria del sistema hacía políticos.  De allí se originaron tesis más flexibles: Reconciliación y Diálogo. La dictadura rechazó las tres instancias.

 

La caída del muro de Berlín (entiéndase todo el Bloque Soviético), relanzó la latente oposición y radicalizó varios de los grupos disidentes.  El oficialismo se atrincheró en su consigna de Patria  o Muerte.  En la aparente dureza germinaba la debilidad.

 

Cambios en personeros de la cúpula e intentos de "Chinanizar" la economía, multiplicación de deserciones y fugas, agudización de la crisis moral y económica, presiones internacionales por cambios o reformas, aumento de la represión y radicalización de opositores y disidentes, en fin, todos los ingredientes para conformar un cóctel muy peligroso que puede deparar un futuro explosivo que nos está llevando a una rebelión popular que se vislumbra extremadamente violentas si no se obtienen soluciones satisfactorias de inmediato.

 

Sin armas. Seboruco en mano la protesta se hace cada día más firme. Pero no creemos que solo con  seborucos se destruya el sistema.  No se pueden lapidar aviones, tanques y cañones. El pueblo de la piedra pasará justificadamente a las armas, sino surgen otras soluciones, y de esto suceder la dictadura logrará su anhelado Apocalipsis: El todo o nada de los Iluminados.

 

Pedro Corzo

 

Junio de 1991