domingo, 11 de octubre de 2009

EL EXITO DE SER OPORTUNO


 

Es una seria angustia, algunos la denominan envidia, frustración, etc., pero esos calificativos, aunque molesten por la incomprensión que contienen, es preferible afrontarlos a seguir siendo cómplices de la gran farsa de que Fidel y Raúl son los únicos culpables del terrible lodazal en que se ha convertido Cuba.

 

Durante estos 40 años muchos son los culpables. Millares han sido cómplices en la acción y hasta en el silencio. El abuso, los maltratos y la muerte los ordena Castro y sus allegados pero la ejecución la realizan en su mayoría cubanos con el solo propósito de obtener beneficios o conservar los privilegios conquistados. Y de esos cubanos y de otros que con arte y habilidades ayudaron al tirano a brindar una imagen de progreso y bienestar de toda la sociedad, es de lo que voy a escribir, aunque ignoro si será publicado.

 

No creo que se deba obligar a una persona a luchar por su libertad y bienestar pero no tengo dudas de que ese individuo no tiene derecho a ignorar lo que sucede en su país y menos aún atacar a quienes si luchan por lo que creen correcto. Hay que respetar al que tenga vocación de esclavo pero rechazar con firmeza al que se comporta como verdugo.

 

Estoy de acuerdo en que no haya ánimo de venganza después de la caída del  Fidel Castro pero si estoy seguro que se debe hacer justicia con los que han cometido crímenes y que los grandes cómplices que no estén directamente involucrados en delitos mayores deben recibir, por lo menos, una sanción moral por su complicidad consciente.

 

Pero, lo que se oye en este exilio, aún entre algunos exiliados autodenominados duros es que hay que hacer borrón y cuenta nueva como si en Cuba no hubiese sucedido nada. Y eso es nefasto, no debe haber venganza pero si memoria para que las cosas no vuelvan a suceder.

 

La justicia no garantiza la erradicación del mal pero la impunidad puede ser caldo de cultivo para una ronda de nuevos horrores. La sanción penal de los crímenes debe corresponder a  quienes estén facultado para ello, pero la condena moral es un derecho del individuo frente a la sociedad para que nunca mas lo puedan convertir en masa inerme en la voluntad de todos.

 

 Nadie puede asegurar que no se repetirán los horrores y angustias del pasado. En la misma Europa, y a pesar del proceso de Nuremberg contra los criminales nazis, el racismo más radical asoma con frecuencia la cabeza y un pensamiento que se aproxima al nazi-fascismo está desarrollándose nuevamente. Por lo que hay que procurar  mantener una memoria viva de lo  sucedido para ver si el mal ejemplo no vuelve por sus fueros.

 

Un poco de esa justicia moral podría irse conformando aun antes de que la dictadura pase a pasado y un buen paso seria que la oposición política cubana no sobrevalore a los desertores del gobierno cubano como si estos fueran una genuina representación de la moral publica a la vez que le atribuyen inteligencias y habilidades  gerenciales de un funcionario de primera categoría en una sociedad exitosa.

 

Paradójicamente los funcionarios que desertan disfrutan de un reconocimiento proporcional a la posición que hayan ocupado en Cuba. Mientras más encumbrado hayan estado más apoyo reciben tanto  en cobertura de prensa, espacio político y  en la sobre valoración de sus capacidades gerenciales o intelectuales.

 

No se considera que por su inteligencia se les debe atribuir mayor responsabilidad  por su complicidad o colaboración; no se valoran las motivaciones que los llevaron a la deserción,  como si el hecho de abandonar a Castro y su gobierno fueran elementos suficientes para ser recibidos en la causa democrática de Cuba.

 

Esto no significa persecución,  repudio alguno, y menos aun  que se le ataque pero el silencio y el anonimato es lo menos que podemos obsequiarle a quienes son culpables del dolor de Cuba. Entre estos desertores hay decenas de agentes del G-2, de las fuerzas más represivas,  sin embargo se les honra y pueden desacreditar a cualquier luchador aunque no tengan pruebas para ello. Y en ocasiones algunos  de estos esbirros ex-fidelistas pueden estar en alguna nómina del exilio porque la vocación mercenaria no la han perdido.

 

Pero no todo está en la esfera gubernamental. Si un pintor se asila, enseguida una galería le ofrece sus espacios pero... solo si tiene un buen record en exposiciones financiadas y orientadas por el castrismo.

 

Los cantantes, no importa la frivolidad con que hayan vivido, no importa la discriminación de la que fueron testigos, ni los privilegios de viajes o estadía en el extranjero para que encuentren un promotor que los siga situando en las candilejas.

 

 El problema es que muchos de ellos  cuando descubren el valor del cash verde la "libertad" son más importantes que el oxígeno; se les olvida que lloraban cuando cantaban Viva Fidel o que eran portadores del mensaje fidelista en las canciones que interpretaban.

 

El asunto es que estos músicos y cantantes se vuelven rápidamente extremistas del extremo que antes combatían, vertiginosamente obtienen permiso para trabajar y nuestros empresarios les montan show que le niegan a intérpretes de igual calidad, pero que cometieron la torpeza de largarse antes de tiempo.

 

Los locutores, comentaristas, periodistas, encuentran un pronto espacio en la radio, la prensa o la televisión. No importa la legendaria falta de objetividad, el cipayismo, lo que cuenta es tener un ejemplar de la nueva ola en la membresía.

 

Los "gusanos rojos" son otro crudo ejemplo. Estos fueron a la Unión Soviética no solo por sus capacidades sino también por su fervor revolucionario, fingido o real. El asunto es que mientras miles de estudiantes le hacían muecas a la revolución fidelista y perdían oportunidades debido a sus convicciones, los que eran capaces de fingir o sentían el proyecto como propio tenían acceso a lo mejor del castrismo ; y en el presente, aquí la paradoja,  también tienen acceso a lo mejor del capitalismo porque tuvieron las oportunidades que a otros le fueron negadas.

 

Esta relación pudiera ser interminable y tal vez nunca hubiera escrito esta nota si no hubiese visto en un periódico local unas fotos de dos mujeres que nunca enfrentaron la dictadura  porque siempre fueron unas privilegiadas del sistema, ya fuera por participación u omisión.

 

Estas dos exitosas señoras que nada han hecho por la democracia en Cuba, salvo el de resolver sus problemas personales, comentan del régimen de los Castro como si hubiesen sido unas perseguidas del sistema cuando fue todo lo contrario.

 

En Éxito debería estar las muchas mujeres que perdieron sus posibilidades de ser madres o de tener una carrera profesional porque envejecieron en las cárceles castrista o porque perdieron sus hijos en la lucha contra la dictadura.

 

Pedro Corzo

Septiembre 1999