domingo, 11 de octubre de 2009

EL GATO PARDO EN LA HABANA


Muchos niegan al gobierno de La Habana  capacidad de cambios, afirmación  que la sobrevivencia del régimen parece desmentir. El poder ha  mudado la piel infinidad de veces, sin afectar la estructura sobre la que se sostiene.  Las  proclamadas convicciones han sido instrumentos no fundamentos.

El sentido de la oportunidad del totalitarismo isleño se ha evidenciado  a través de estas cinco décadas. Para subsistir ha hecho de todo. Negar ser comunista. Proclamar el Pan con Libertad. Anunciar el Socialismo. Exhortar a la Guerra Nuclear. Denunciar a China. Elogiar a Pekín. Exaltar a la Unión Soviética. Vituperar a la Unión Soviética y descalificar el extinto Bloque Socialista.

Pregonar la Paz sin dejar de hacer la Guerra. Presidir los No  Alineados y formar unos de los ejércitos mercenarios mas poderoso que recuerda la historia a pesar de la famosa consigna "Armas para que". Promulgar la Fraternidad y subvertir gobiernos aliados. Divulgar la Solidaridad y cobrar con  usura los servicios que presta. Las únicas constantes del poder cubano son el discurso estadounidense,  que puede variar en cualquier momento, y la acción represiva, que nunca será modificada porque es su columna vertebral.

Los instrumentos para controlar han sido muchos. Una Reforma Agraria para estatizar las tierras y que ha conducido  a la  dependencia absoluta de las importaciones agropecuarias.  Un gigantesco plan de Industrialización que acabó con el sistema productivo del país. Una legislación Urbana  que impide la herencia y la propiedad del inmueble.

Una Ley 270  que otorgaba beneficios que atentaban  contra los principios más elementales de la economía,  pero que ofrecía la imagen de un estado benefactor de riquezas incalculables pero que al ser derogada remitió  las condiciones laborales a situaciones excepcionales de la Cuba republicana.  Ley que servia para seducir al trabajador a la vez  que lo conducía a una dependencia absoluta del estado.  La 270 y otros beneficios fueron eliminados tan  pronto el régimen se percató  que al engranaje del sistema  se acoplaban las  tuercas y tornillos en las que se había transformado el ciudadano.

Recordemos la entrega gratis de  almuerzos, ropa y calzado de trabajo. Años después esos beneficios fueron cancelados y el individuo  obligado a satisfacer sus necesidades en la bolsa negra o con ayuda procedente del extranjero. Una libreta de abastecimiento que garantizaba consumos que no satisfacía.

En el principio de los tiempos revolucionarios, en la carrera para establecer el totalitarismo,  el circo era gratis. Los espectáculos artísticos y deportivos no tenían costo. En el presente para traspasar la entrada del anfiteatro hay que pagar. Se estatizaron  playas y hoteles para más tarde vedarlos al turismo nacional. Un sistema de salud colapsado por falta de profesionales y que  no suministra medicinas  por la incapacidad productiva en ese y todos los otros renglones de la economía y los servicios.

El gatopardo de La Habana anunció la conversión de  cuarteles en escuelas y construyó  en cada esquina un cuartel. Derruyó  prisiones para erigir campos de concentración. Habló sobre  armonía social  e hizo  de la delación una práctica oficial. Pregonó  el nacionalismo  y subordinó el país a un estado extranjero. 

El supuesto milagro social cubano, salud, educación y deporte  fue subsidiado por la Unión Soviética. Cuando el cuerno de la abundancia se agotó la vitrina se rompió. En el presente la educación cubana enfrenta una seria bancarrota y el deporte padece la fuga de sus atletas más relevantes.

El traidor que abandono el país ha evolucionado a una especie de hijo prodigo.  Miles fueron a  prisión por tenencia de dólares pero hoy es signo de prosperidad. El turismo  expatriado por décadas  es procurado con el mismo afán con el que se enviaban soldados a morir en Angola.  La prostitución  fue condenada. La inversión extranjera desterrada.

Hoy mucho de lo prohibido está bendecido pero no significa el cambio necesario. El totalitarismo insular sigue comportándose  como un  camaleón de buena raza. La sobrevivencia del sistema  sigue determinando ajustes en la correa de transmisión para que todo siga igual.

Pedro Corzo

Abril 2008