domingo, 11 de octubre de 2009

EL PECADO ORIGINAL


Los que cargan con el pecado original de haber enfrentado la espada flamígera de la Utopía, fueron sindicados de responder a intereses personales, influencias o mandatos  extranjeros.

El régimen y sus partidarios no entendían del derecho a disentir, tampoco de la apatía ciudadana que padecen tantos individuos o simplemente de que la persona estaba actuando de acuerdo a sus convicciones. Todos eran echados a un saco que tenía que ser eliminado y en el mejor de los casos,  golpeado y mancillado.

Cierto que había de todo en aquella viña como también en el campo verde olivo de la naciente dictadura, pero generalizar era mas fácil. Importante restar valores morales y desprestigiar a los que enfrentaban las promesas, hacerlo, era útil para los perros y para sus amos.

Aquellos que dijeron No a las propuestas, fueron de inmediato identificados como lacayos de Estados Unidos, calificados de gusanos y en consecuencia padecieron todo tipo de discriminación, tanto en los estudios como en los centros laborales.

Dejaron de ser cubanos, pasaron a ser traidores, vende patrias que solo querían la destrucción del país y su subordinación a una nación extranjera.  No importaban los antecedentes de individuo. No interesaban al Poder ni a sus partidarios la conducta de vida del que disentía, simplemente el no o la neutralidad ante el Proyecto, convertía al sujeto en un ser deleznable que merecía el peor de los castigos.

Lo anterior es la descripción de una realidad pero sin los miedos, temblores y sangre de las víctimas o ser convocado por la dirección del centro laboral o de estudio y encontrarse en medio de una turba que pide Paredón o que  te conduzcan a la cárcel.

Caminar por una calle y de pronto ser rodeado por un grupo de individuos que la emprenden a golpes contra ti, o simplemente subir a un autobús y un sicario alardoso te ponga un revolver a la sien y te diga "gusano de mierda, si te mueves te acabo", y que el resto de los pasajeros guarden silencio o lo que es peor, inciten al esbirro para que haga lo que prometió.

Estar en una fiesta y cuando sales de la misma encontrar que la casa está rodeada por una turba que ruge odio y clama venganza por algo que ignoras. Ir a misa y que te griten, te ofendan, por creer en otro Dios que no es el oficial. Juicios sin testigos para la defensa. Con  abogados que compiten con los fiscales en encontrar culpabilidad.

Juicios populares, en plazas públicas, donde solo llegar al estrado te hacia sentir como el mas miserable y desarmado de los gladiadores que sabía que se estaba enfrentando al tigre con las manos atadas. Allí,  tan sicario era el tribunal como el público que presenciaba el proceso. Aquella turba rugía cuando el espurio tribunal hacia pública la condena que había decidido antes  del proceso.

Abandonar el país por las causas que fueran y ser obligado a realizar labores que no están relacionadas con tu actividad. Dejar la casa  por semanas, reducir tu calidad de vida a la de esclavo  y saber que una simple protesta puede impedir se cumpla  tu voluntad de abandonar el infierno que han creado para tu tortura. Los bienes del obrero, profesional o millonario, sin importar como fueron adquiridos, confiscados sin posibilidad de debate.

Los mítines de repudio no fueron inventados en los ochenta, en esa década simplemente el régimen actuó  mas descarnadamente porque conocía de la impunidad de la que disfrutaba. En aquellos  vergonzosos actos participó un número considerable de la población cubana, una responsabilidad colectiva que debe avergonzar a quienes se prestaron para aquellas ignominias. La diferencia entre la horrible noche nazi de los "Cristales Rotos", con los actos de repudio del Mariel, es que  aquello duró unos pocos días y en Cuba las manifestaciones se extendieron por meses y todavía se repiten.

Campos de concentración sin hornos, sin cremaciones como los de Dachau, pero con esbirros con suficiente crueldad  para hacerte sentir solitario y abandonado por el mundo. Un régimen carcelario cruel, de inhumanidad sin nombre. El paredón, la ejecución en silencio, la partida de tu amigo o la tuya,  la cual era sólo conocida por la victima y los allegados que no habían incurrido en la apostasía.

De esta situación no se salvaron ni los hijos de los desafectos, ellos padecieron de sus compañeros de escuela y de vida, el mismo acoso y  los mismos ataques que sus padres. En la isla no hubo adolescencia inocente. Muchos maestros se encargaban de hacer público el entorno del pupilo y no pocos  condiscípulos, imitando a los pequeños del "Señor de las Moscas",  disfrutaban en aislar o acosar al muchacho de familia "rara"  con el que compartían la clase.

Estos horrores y muchos omitidos por falta de espacio, forman parte de la Memoria reciente de nuestra nación y no deberían ser usados para ninguna vendetta; para devolver la crueldad  de los victimarios que por participación u omisión tienen responsabilidad con lo ocurrido en Cuba en estas cinco décadas pero debe ser divulgado, dado a  conocer o recordar  a quienes demonizan y cuestionan a los que se niegan a aceptar a los renegados.

No debe haber espacios para la venganza, la sociedad cubana debe actuar responsablemente y un estado de derecho propiciar las reparaciones que se crean pertinentes, pero el perdón y el olvido es algo personal, individual, nadie tiene derecho a exigir que el torturado deje de pensar en sus cicatrices.

Por otra parte, es más que aceptable que personas de buena fe, que no participaron en el aquelarre castrista de los últimos cincuenta años demanden perdón y olvido, exijan una reconciliación de las partes en conflicto,  pero cuando el reclamo viene de victimarios renegados o de quienes por práctica intelectual o profesional y por conveniencia, callaron y cerraron los ojos a la realidad que padecían sus conciudadanos,  es un pedido que ofende y obliga a preguntar: ¿estás avergonzado de tus complicidades, de los privilegios que disfrutabas, apenado de quienes quedaban en la orilla cuando recibías las bendiciones del totalitarismo?.


Pedro Corzo

Julio 2008