domingo, 27 de diciembre de 2009

Reflexiones sobre los Dictadores

 

 

 

Es posible que muchos se pregunten,  que es un dictador, que factores definen a un gobernante con un calificativo que deshonra y por qué hay pueblos que soportan dictaduras cuando otros nunca las han padecidos.

 

También es razonable indagar por que un dictador disfruta de apoyo popular y lo que es mas alarmante todavía; por que causas un mandatario que accedió al poder violentando la institucionalidad puede conquistar de nuevo el gobierno con el apoyo electoral de una mayoría ciudadana.

 

Sin duda son preguntas complejas que probablemente no tengan respuestas precisas, pero si es evidente que hay culturas que tienen una fuerte propensión al gobierno fuerte, el liderazgo indiscutido, a la aceptación de una autoridad que asuma responsabilidades que aparentemente la mayoría ciudadana prefiere evadir.

 

Por supuesto que no todos los dictadores son iguales en propósitos y métodos y aunque entre ellos hay diferencias existen factores comunes que les identifican sin que importe la época, cultura, geografía, educación, ciudadana e ideología, si es que el dictador en cuestión se considera abanderado de alguna.

 

Dictador, puede ser quien asume por decisión propia o por delegación una autoridad ilimitada que no esta sujeta a cuestionamiento. El poder que detenta no esta en discusión ni es sujeto de debate. El dictador es figura y genio de un propósito de gobierno cualquiera que este sea.

 

Los dictadores no admiten retos a su autoridad pero no todos responden a los desafíos con igual brutalidad ni soportan con igual entereza las presiones de que son objetos por parte de la oposición.

 

El dictador se identifica más por su carácter que por el hecho de ocupar un poder político, religioso o económico. El dictador demuestra un profundo desprecio por la opinión ajena. Ignora el derecho que asiste a los que les rivalizan. El dictador es intolerante, sectario, y hasta paternalista en sus abusos.

 

El dictador gusta del elogio, de la adulación, de la sumisión a su voluntad. Disfruta de la historia y por lo regular esta convencido que con sus acciones esta escribiendo los capítulos más gloriosos de la misma.

 

Para el dictador envilecer a los que le apoyan, a los que se le oponen y hasta a los indiferentes es un mandato que garantiza su perpetuidad. El envilecimiento ciudadano es su carta de triunfo y eso lo logra con los premios y castigos que dispensa al capricho de su voluntad.

 

Los dictadores son taimados, inescrupulosos, vendedores de promesas y hacedores de castillos en el ai5re pero muy en particular, desconfiados, porque para ellos la lealtad es proporcional a los privilegios que otorgan.

 

Creen en los comentarios sin fundamentos y en ocasiones ellos mismos los promueven. El dictador es un mentiroso con talento, un hombre que conoce la gente que gobierna, que sabe de debilidades y grandezas. Cuenta  con un aguzado sentido del que hacer en los momentos de crisis porque conoce mejor que ningún otro conductor, que su poder se asienta  tanto en  su capacidad de  evaluar el entorno, como en lo oportuno de sus decisiones y en las contradicciones de quienes se le oponen.

 

El dictador no es un cobarde por naturaleza como algunos gustan calificar. Puede ser un miserable pero su valor personal puede estar por encima del promedio del de sus conciudadanos. No es atinado confundir en un dictador la cobardía con su sentido de la prudencia o la perdida de la motivación para gobernar. Los dictadores son victimarios por naturaleza, pero eso no implica que sean pusilánimes ni cobardes.

 

El valor personal de muchos dictadores es incuestionable porque la mayoría de ellos acceden al gobierno gracias a su disposición a correr riesgos, por su audacia y temeridad.

Las motivaciones que sostienen e impulsan a los dictadores pueden ser múltiples y complejas y responden a varios patrones por lo que a pesar de posibles semejanzas en la forma de dispensar su autoridad y ejercer el liderazgo, las diferencias entre ellos son fácilmente apreciables por un observador aplicado.

 

Hay dictadores sumamente carismáticos, verdaderos seductores de masas e individuos. Personajes que poseen una capacidad excepcional en atribuirse los éxitos y distribuir las culpas. Son individuos agradables, obsequiosos y comprensivos cuando las circunstancias lo requieren. Con tales habilidades para intimar que su interlocutor puede llegar a creer que el dictador esta bajo la influencia de su ingenio.

 

Este tipo de dictador es extremadamente peligroso por que su mesianismo es contagioso, y su afán de redención afecta la roca más insignificante de su reino. Ellos pueden dividir la sociedad y llevarlas a puntos de confrontación tan agudos que la comunidad puede llegar a resentir sus valores más trascendentes y abarcadores.

 

Bajo estos líderes los pueblos sufren metamorfosis alienantes. El rebaño es objeto de la voluntad de su conductor pero se cree sujeto en la personalidad de este. El individuo se hace infinitesimal ante el ardor de quien maneja sus miedos, frustraciones, aberraciones y sueños. Estos líderes son como los agujeros negros del cosmos, tienen tal capacidad de atracción que consumen  todas las luces e individualidades que le rodean.

 

Dichos líderes pueden estar inspirados por una especie de religiosidad. Se consideran elegidos e infalibles y cuando tienen el sostén de una ideología su capacidad de contaminación y destrucción se acrecientan. Crean una mística en su entorno y tienen la capacidad de generar sentimientos transcendentes en sus propuestas y hacer creer a sus seguidores en la constitución de un nuevo mundo y de un hombre diferente. Estos personajes por lo regular acceden al poder por medio de un proceso insurreccional, o a través de gestas populares que favorecen una especie de sacralización laica.

 

Pero también hay dictadores de naturaleza burocrática y aunque estos pueden responder a una casta u oligarquía y disfrutar de un poder omnímodo, rara vez llegan a disfrutar de la simpatía y el apoyo popular.

 

Estos dictadores son eficientes en controlar la maquinaria del poder y son tan trabajadores y crueles como requieran las circunstancias. Detentan  el poder por su indiscutible capacidad para intimar y privilegiar al mismo tiempo.

 

En ocasiones este tipo de hombre fuerte hereda el mando ya sea por designación o por vencer en  luchas internas  por el poder; y no pocas veces su autoridad  es balanceada con la existencia de una contraparte que es quien en realidad designa a quien ostenta el liderazgo.

 

Por supuesto que hay dictadores de opereta. Individuos que han llegado al máximo liderazgo prácticamente sin proponérselo. Estos pueden ser tan crueles como el más iluminado de los líderes, pero son fácilmente influenciables, y sus propósitos pueden ser modificados sustancial y regularmente.

 

Hay dictadores que a través de las instituciones del estado instauran  un férreo control sobre las actividades públicas. Ellos controlan las Asambleas Legislativas  y los Poderes Judiciales a través de sinecuras,  y violencias de terceros si las condiciones lo demandan.

 

Este tipo de dictador gusta de elecciones y hasta permite ciertas libertades de expresión, aunque no cesa de amenazar ese derecho y conculcarlo cuando lo estima pertinente.  Su afán por el poder, a pesar de que lo renueve con el voto popular, le permite ver su cola de cercenador de libertades. Algunos ejemplares de estos dictadores tienen una fuerte propensión a obras materiales faraónicas a través de las cuales espera n perpetuarse.

 

También, y es posible que olvidemos alguna especie de estos vertebrados que causan tanto daño a la humanidad,  existe el dictador capaz de sintetizar todos los atributos antes mencionados, y son los que no solo hacen historia para sus pueblos si no que como Supernovas aberradas irradian oscuridad durante siglos en la historia Universal.

 

Pedro Corzo

Diciembre 2009





domingo, 20 de diciembre de 2009

El Infortunio de Castro

No es de dudar que en algún momento de su tempestuosa juventud, particularmente en sus tiempos de mafioso en la Universidad de La Habana,  Fidel Castro hubiera considerado hacerse sacerdote con el propósito de escalar hasta el Pontificado, pero como nunca fue tonto,  se percató a tiempo que como Vicario de Cristo su autoridad estaría limitada por el Poder de Dios, por lo que renunció a la posibilidad de esa investidura para no reconocer límites a su mando.

El poder de Castro trasciende el de un Papa, rey o cualquier otro gobernante terrenal. A pesar de haber abdicado, no ha abandonado el cetro. Sigue siendo el rey de la iglesia cubana, la fuente de su utopía y cual Salomón, el árbitro perfecto en todos los diferendos.

Castro, al igual que el Santo Padre, es infalible, pero no solo en cuestiones de la fe como el que ocupa el trono de San Pedro, ya que la certidumbre de Fidel no solo lo hace Guardián de la Verdad e intérprete de la voluntad de los fieles, sino porque Él es su propia Trinidad (Castro, la Nación y la Revolución).

Fidel Castro también designa a quienes podrían ser  sus cardenales,  los generales y ministros, y  ha sido enfático en aseverar que solo se retirará con la muerte, a la que sin dudas está convencido que vencerá porque ha logrado filtrar su maldad en el corazón de muchos cubanos.

La iglesia-estado castrista tiene una Basílica Mayor, la Plaza de la Revolución, y objetos sagrados de su Vía Crucis como el yate Granma y mecas para la meditación como el mausoleo de Guevara en Santa Clara. En su momento se quedó con 12 apóstoles y sus creencias cuentan con predicadores como su hermano Raúl y Ramiro Valdés, y por supuestos judas como Roberto Robaina, Carlos Lage y Felipe Pérez Roque. En su iglesia hay mártires como Ernesto Guevara y Camilo Cienfuegos que murieron por la fe y en consecuencia integran el santoral castrista. Solo una mujer ocupa un lugar prominente en la tierra prometida y en el castrolicismo: Celia Sánchez.

En sus creencias hay un enemigo natural, los Estados Unidos, no Lucifer. La liturgia totalitaria inicia todas las reuniones con un voto de sumisión al Máximo Líder y otro de austeridad que nunca es cumplido, pero que solo es apreciado en falta  cuando el sometido deja de ser leal. Por supuesto que los ritos y el lenguaje de las ceremonias pueden cambiar según lo indique el Supremo.

El castrolicismo tiene una propia Navidad en 26 de Julio; un Monte de Sinaí en el Cuartel Moncada; un Pentecostés, el primero de enero y una Semana Santa de Muerte y Resurrección que se ajusta en el calendario a la expedición de Playa Girón.

La enseñanza de la Palabra que se forjó en la Sierra Maestra expone que todos podemos ser salvados si cumplimos los mandatos de la Fe y que el futuro, mucho más alentador que el presente, será pródigo en riquezas en esta vida y no en la próxima. Las miserias de hoy, afirma el Apóstol, serán las abundancias de mañana.

El Mesías antillano ha procurado establecer en la conciencia colectiva del Pueblo Cubano la idea de que el acoso y la persecución provienen de los herejes. La certeza de que los bloqueos y las persecuciones de que son objetos por quienes no ven la Verdad, los salvara a todos, y que la libertad y los derechos individuales son tan peligrosos que es mejor que solo Él este capacitado para dispensarlos a su voluntad.

Como colofón, esta parodia de Moisés le está regalando a la nación cubana un período especial que ya pasa de los cincuenta años, más de lo que se extendió la búsqueda de la Tierra Prometida. Sin duda alguna los cubanos son un pueblo elegido, no por Dios sino por Fidel, Él es el dueño de la casa de todos, el que no quería armas ni elecciones porque solo Él puede elegirse a si mismo


Pedro Corzo


¿Ejército de los Castro o de la República?

 

 

Sin lugar a dudas el régimen cubano se ha sostenido más en el aparato militar y en la policía política que en cualquier otro organismo del estado, incluyendo al inefable Partido Comunista.

Más del 65% de la alta dirigencia isleña es de extracción castrense y un número considerable de miembros del Comité Central del Partido también lo son. Los Castro, son más evocado como militares (comandantes) que como líderes político y en las purgas que se produjeron en el gobierno en el verano y otoño de 1989 la estructura que salió más favorecida fue la militar y sorpresivamente el equipo que se suponía leal y ortodoxo, el ministerio del interior, fue el gran perdedor.

Todo el cuerpo de dirección del Ministerio del Interior fue removido y la mayoría sancionado a fuertes condenas de cárcel, incluyendo al último ministro del ramo antes de la purga, José Abrahantes, quien murió en el marco de una gran interrogante en una celda castrista.

En los albores de la Revolución fue la policía política con su tenebroso G-2; los sangrientos L.C.B. y sus crueles Guardafronteras los mejores cancerberos del sátrapa. Las milicias parecía que iban a sustituir al ejército, ya que las dictaduras con pretensiones faraónicas, en Castro se veían esas inclinaciones, habían utilizado fuerzas paramilitares (Adolfo Hitler los Camisas Pardas y las S.S.; Benito Mussolini, Las Camisas Negras; Mao Tse Tung, los Guardias Rojos, etc.) no solo para la toma del poder político y su conservación, sino también como agentes de penetración y desestabilización en las fuerzas regulares del estado para  lograr su total control.

En 1959 se apreciaba que el rumbo que conducía a la dictadura política había sido asumido con plena conciencia por la nomenclatura. El ejército como institución del estado, no participó en el conflicto interno que padeció el país, a excepción de las grandes operaciones militares contra los alzados en armas.

La represión, el trabajo sucio de todos los días se lo dejaron a la Seguridad del Estado, pero no nos engañemos, esos represores también habían formado parte del ejército rebelde. Era una nueva versión del policía bueno y el policía malo.

Pocos se dieron cuenta de la militarización de la sociedad. Los comandantes se convertían en ministros, la sociedad cada día parecía más un cuartel y  en cada crisis el militar se vestía de civil y ocupaba el puesto del funcionario que había sido defenestrado.

En 50 años de dictadura, el ejército ha tenido una línea de mando sin quebrantos visibles (posible excepción caso Ochoa) lo que expresa una estabilidad y fidelidad no igualada en otros organismos, incluyendo el ministerio del Interior.

Los apetitos imperiales de los Castro siempre fueron satisfechos por los militares que de manera encubierta o actuando como gendarmes internacionales intervinieron en tres continentes sin que se produjeran cuestionamientos a los dictados del tirano. Siempre han mostrado disciplina, deseo de servir, una mística de gloria, u otro sentir que cohesionaba e impedía trágicas fracturas.

Las fuerzas armadas del régimen de los Castro aparentan una inquebrantable lealtad. En ellas habrá quienes lo hagan por devoción al "máximo líder"; otros por la pasión que les embargó cuando cumplían funciones pretorianas a miles de millas de las costas de Cuba, y por supuesto debe haber quienes lo hacen por convicciones políticas.

Pero el tiempo ha pasado, las medallas han perdido brillo y los vientres se han extendido junto a las artritis físicas, pero también morales que debe causar el haber construido un edificio que se derrumba y cada día se parece menos a lo que muchos de sus constructores, particularmente los militares, proyectaron.

Es de suponer, que en Cuba, solo por el conocimiento de lo que ha sucedido en otros cuerpos militares que se identificaron con dictaduras y que en un momento determinado fueron factores fundamentales en su democratización o que por lo menos intentaron  remover la jerarquía, haya un grupo de militares con sentido común que se percate que de no impulsar cambios  el país se hundirá mas en el tremedal en que se encuentra y en consecuencia ellos perderán sus privilegios.

No obstante no debemos perder de vista que los ejércitos formados en los desaparecidos países socialistas no intervinieron en la caída de los gobiernos del bloque, si exceptuamos el fugaz episodio del golpe de estado contra Mijail Gorvachov. Hay que tener en consideración que el actual aparato militar fue creado en 1959, por los Castro, a diferencia de los ejércitos ya constituidos que encontraron Hitler, Mussolini, Khomeyni, etc., es lógico creer en la galvanización de las fuerzas militares alrededor de sus lideres,  gracias a lo cual en la isla se ha establecido un régimen político-militar sin antecedentes en el hemisferio.

Sin embargo, los fracasos subvierten valores y fidelidades al igual que se producen "fatigas" en los metales, y en Cuba, indudablemente los fiascos han hipotecado el presente y futuro del individuo y la sociedad.

En otros ejércitos, caudillistas o profesionales, situaciones como la de la isla han originado crisis terminales en las dictaduras. Ejemplo como el derrocamiento del portugués Marcelo Caetano en abril de 1974, después de servir al gobierno de Oliveira Salazar por más de 30 años; en Egipto fue el ejercito el que derrocó al rey Faruk I, Mussolini tuvo serios problemas con las Fuerzas Armadas en los últimos años de su gobierno, pero sin dudas la expresión más genuina de que la totalidad de una fuerza armada no es absolutamente leal a su comandante en Jefe aunque aparenten lo contrario, fue el sector de los militares germanos que aunque servían al Tercer Reich, según pasaba el tiempo tenían mas reservas sobre la obediencia que debían rendirle a Adolfo Hitler, lo que se mostró a plenitud el 20 de agosto de 1944 cuando altos oficiales de la Wehsmarcht en la persona del conde Staumferberg, protagonizaron un atentado contra el jerarca nazi.

Ejemplos hay de obediencia y rebeldía a través de la historia, por lo que cabe preguntarse, enfrentaran los Castro una operación Walkiria, que haga temblar la dictadura hasta destruirla, o los militares cubanos continuaran actuando  en contra de sus propios intereses al persistir en apoyar un régimen que no cuenta con el respaldo de su pueblo.

 

Pedro Corzo

Diciembre 2009

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 





miércoles, 9 de diciembre de 2009

En Cuba el muro sigue en pie

 

"¿Cómo vamos a explicar lo importante que es la libertad si ocultamos las experiencias de la ausencia de libertad?". Canciller de Alemania, Ángela Merkel.

El muro cubano esta en pie y ha durado muchos mas que el de Berlín. Al nuestro le faltan algunos de los componentes que dieron forma material al de la histórica ciudad alemana, hierro, piedra y cemento, pero tiene sobrado los componentes de odio, miedo, intolerancia y sangre que estaban presentes en la fatídica muralla  que construyó el Partido Socialista Unificado de Alemania, 1961, bajo el mandato del presidente del Consejo de Estado, Walter Ulbricht.

Estos felices 20 años de la caída del muro berlinés,  han incidido en los 50 años que tiene el de Cuba, incrementando la miseria, incertidumbre, turbación y espanto de quienes lo padecen. El muro isleño  ha sido devastador para varias generaciones de cubanos, ha afectado el carácter nacional, la iniciativa y la solidaridad humana.

Nuestro muro lamentablemente no cuenta con el repudio que inspiraba el de Berlín, y tampoco con el nivel  de desprecio que general el que Israel está edificando en su frontera con Cisjordania. El muro cubano tiene defensores y quienes lo justifican, incluyendo muchos de los que hicieron ingentes esfuerzo por derribar el de Berlín, o protestan  contra el de Israel.  

El Muro castrista aunque no tiene presencia física está en la mente de muchos. Desconfianza con el amigo, el familiar y el vecino. Falta de esperanzas para luchar por un cambio y demoler los ladrillos que  enajenan la voluntad, a la vez que aplastan.

Cuba tiene tantos ingredientes totalitarios como la República Democrática Alemana. La policía política de la isla poco o nada tiene que envidiarle a la Stasi, porque también esta en capacidad de arrestar a su voluntad y dictarle a los tribunales la sanción a aplicar en cada caso. Los derechos del individuo son violados por el gobierno. Las cárceles albergan cientos de prisioneros políticos y miles están cautivos porque violentaron alguna absurda prohibición del estado.

La Stasi fue una agencia de Seguridad de dimensiones gigantescas. Se calcula que en 1989 la integraban 90,000 agentes, 200,000 personas servían de informantes y decenas de prisiones servían para "engavetar" a miles de individuos que de alguna u otra manera faltaban al precepto "lo que no tiene autorización expresa, está prohibido".

La capacidad represiva del gobierno de La Habana compite al menos en plano de igualdad  con la de la RDA. Organizaciones gubernamentales de masas, intervención de los sindicatos, en la gestión económica, intimidación ciudadana, división de la familia, discriminación, control absoluto de entradas y salidas del país y una legitimidad que determinan las autoridades en ejercicio y no una legislación basada en el derecho. La represión esta presente en todos los estratos de la sociedad.

No obstante la isla está sumida en una profunda bancarrota económica como no conoció la Alemania Oriental y no es que la RDA fuera el país de Jauja,  pero en índices como el salario, la vivienda, el acceso a bienes de consumo, servicios de salud y educación la Alemania del Muro era un paraíso comparada con la isla del doctor Fidel Castro y el general Raúl.

Aquellos que están contra todos los muros no deben olvidar el cubano. Esa pared virtual levantada por el régimen ha sido la causa directa de que cientos de miles de hombres y mujeres hayan pasado por las prisiones y que otros miles hayan perecido en el paredón o en la lucha contra el Totalitarismo. Otro número elevado de personas que intentaron  escapar de la dictadura insular, han muerto o desaparecidos en el mar.

La estructura política del régimen cubano, su idiosincrasia,  pretensiones hegemónicas, extrema crueldad y la vocación a interferir en los asuntos de otras naciones, sumado a las características mesiánicas de su liderazgo han colocado al régimen de La Habana en una posición mucho más compleja y desestabilizadora que en el pasado ocupó la difunta RDA.

Lech Walesa, afirma que el Muro de Berlín empezó a perder sus primeras piedras en la Polonia de los 80, pero no se debe ignorar que algunas de esas paredes siguen levantadas en Cuba y con pretensiones de extenderse por toda América.

 

Pedro Corzo