lunes, 3 de enero de 2011

Violencia y no violencia en Cuba

 

 

Las estrategias utilizadas por la oposición contra el régimen cubano han sufrido una severa metamorfosis durante estas cinco largas décadas; no obstante, a pesar de los cambios, los rumbos originales del accionar político se mantienen. Los descontentos con el derrotero que tomaba la Revolución, que en su mayoría provenían de esas mismas filas, intentaron por medios políticos no violentos impedir el establecimiento de una nueva dictadura. La protesta del presidente Manuel Urrutia Lleo, las denuncias del comandante Pedro Luis Díaz Lanz y la carta denuncia del comandante Húber Matos son hitos entre los muchos esfuerzos no violentos y cívicos por impedir el control totalitario, que concluyeron públicamente ese año con el rechazo de los dirigentes de la CTC a la titulada candidatura unitaria que otorgaba una representación inmerecida a la minoría marxista.
Los centros universitarios fueron escenarios de protestas pacíficas contra el comunismo. Pedro Luis Boitel intentó mantener la independencia de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU); otro tanto hizo en Las Villas Porfirio Ramírez, hasta que no tuvo otra alternativa que partir a las montañas para más tarde ser fusilado. Los estudiantes que protestaron pacíficamente en el Parque Central, dirigidos por Alberto Muller y Manuel Salvat, lo hicieron contra el comunismo y no contra la Revolución.
Las credenciales cívicas, entre otros, de José Ignacio Rasco, Antonio José Varona, Roberto Agramonte, Luis Conte Agüero y José Miró Cardona, los primeros dirigentes de la oposición en 1959, son indiscutibles, y si en un momento decidieron asumir otro método de lucha fue consecuencia de que el espacio para el tipo de confrontación que preferían, la electoral, había sido eliminado.
La Iglesia Católica cubana emitió numerosas pastorales que criticaban el rumbo del gobierno. Monseñor Eduardo Boza Masvidal fue particularmente firme en la defensa de la libertad religiosa. La respuesta gubernamental fue la deportación de más de 100 sacerdotes y la persecución abierta o encubierta de los fieles.
El régimen, según transcurría el tiempo, estableció un control sobre toda la sociedad que impidió cualquier acción política y social independiente. La violencia ejercida por el Estado impulsó a la oposición a la violencia. La sociedad se asfixiaba y como supremo derecho, señalado en el preámbulo de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, ``Considerando esencial que los derechos humanos sean protegidos por un régimen de Derecho, a fin de que el hombre no se vea compelido al supremo recurso de la rebelión contra la tiranía y la opresión''.
Un aspecto marginal, pero a tener en cuenta, era que entre las tradiciones cubanas más lamentables estaba la lucha armada. La primera reacción de la oposición, incluyendo la de los partidos políticos al golpe militar del general Fulgencio Batista, fueron los atentados personales, sabotajes y la lucha guerrillera y terrorista que dirigió Fidel Castro. Un epítome de esa tradición.
La lucha fue dura y cruenta. Murieron cubanos de ambas vertientes ideológicas. Montañas y llanos conocieron, como nunca antes en nuestra historia republicana, la confrontación armada. La lucha en la clandestinidad fue dolorosa. El paredón, los atentados personales, muertos en combate, desaparecidos, la cárcel y el exilio.
El régimen logró imponer su voluntad a sangre y fuego. El país se dividió. El ciudadano se convenció de que el nuevo orden era inmutable. La percepción de un estado omnipotente y omnipresente impregnó la conciencia individual y colectiva. El fatalismo de que todo estaba preescrito y diseñado caló muchas mentes.
La intensidad de la confrontación disminuyó y aunque la pax castrista extendió su sombra por todo el país, nunca pudo extirpar de raíz la voluntad de cambio de un grupo de irredentos, que dentro o fuera de la isla, continuó luchando de diferentes formas, aunque siempre primó la violenta, particularmente desde el exterior.
A partir de finales de la década de los 70 en Cuba surgió y se fortaleció con los años un activismo que en principio se identificó con el respeto a los derechos humanos pero que ha evolucionado hasta reclamar reivindicaciones políticas que se fueron radicalizando en el marco de la no violencia.
Por otra parte en el exterior, aunque hay organizaciones que favorecen la confrontación armada, siempre han operado otras agrupaciones que rechazan la violencia y creen en otras vías para resolver el drama nacional.
Por todo lo antes expuesto se puede afirmar que la oposición al castrismo es plural ideológica y políticamente, diversa en sus orígenes, diferentes las estrategias y distinta la historia personal de cada uno de sus actores que aunque genera muchas contradicciones coinciden en el más importante objetivo: derrocar el totalitarismo

 



Pedro Corzo

El miedo, siempre el miedo

 

En una ocasión, hace mucho tiempo, el destacado economista cubano José ``Pepe'' Illán expresó en el programa La Peña Azul, que dirigía el doctor Salvador Lew: ``En 1959 nos debatíamos entre el miedo y la esperanza, pero solo un año después la esperanza murió, y solo quedó el miedo''. ¿Qué ocurrió en Cuba para que un individuo y su corte pudieran asumir el control del país sin que aparentemente existiera una organización con capacidad suficiente para imponer un nuevo sistema, y menos aún para sostener por décadas un gobierno repleto de contradicciones teóricas y prácticas donde la única coherencia ha radicado en su capacidad para conservar el poder político por medio de la represión, aun a costa de incumplir la utopía que decía inspirarlo?
No faltan quienes consideran que el pueblo había agotado sus expectativas políticas y que al haber perdido la confianza en sus líderes tradicionales, solo estaba a la espera del momento oportuno para expresar con extrema sensibilidad y fuerza la frustración que había reprimido por años.
Otros insisten que lo que acontece en la isla es producto de la profunda vocación imperialista de sus habitantes, que siempre están en la procura de coyunturas políticas que les permitan proyectarse internacionalmente, aunque para ello tengan que involucrar en sus debates internos a naciones extranjeras y correr el riesgo de que la soberanía resulte lesionada.
También cabe la pregunta por qué una isla que gozaba de niveles de desarrollo económico y social superiores a los de la mayoría de las repúblicas americanas, fue escenario de una revolución extremista con masivo apoyo popular, cuando en otros países del hemisferio donde la pobreza, discriminación e injusticias eran más flagrantes, no se produjeron acontecimientos semejantes, máxime cuando muchos de estos países sufrieron la desestabilización insurreccional que auspició el gobierno castro-comunista.
No pocos --y entre éstos se encuentran fundamentalmente personas comprometidas con el proceso insurreccional que a posteriori se rebelaron-- afirman que el golpe militar del general Fulgencio Batista fue una especie de agente catalizador que engendró fuerzas políticas que desestabilizaron la sociedad, provocando junto a la crisis institucional la conciencia pública de que la sociedad demandaba una cura a fondo que erradicase las angustias ético-morales que periódicamente la afligían.
Hay quienes a lo anterior agregan que la sociedad cubana, gracias a los progresos obtenidos, gozaba de una población relativamente educada y consciente de sus derechos y que tendía por esos motivos a procurar una mayor justicia para los desposeídos, por lo que la insatisfacción se hacía más aguda y perentoria.
tros consideran que la corriente extremista coincidió con que en la comunidad nacional estaba haciendo acto de presencia un liderazgo emergente de franco carácter progresista, que aunque no compartía los abusos en los que siempre incurrió la Revolución, no dudó en sumarse a ésta con la convicción de que el rumbo y la velocidad política podrían ser reducidos en el momento que lo creyesen conveniente.
Pecado de ingenuidad y soberbia, se dice hoy, porque la Revolución los manipuló tanto en cuanto fueron útiles por su fidelidad sin cuestionamiento.
Es difícil racionalizar por qué en 1959 muchos ciudadanos de un civismo activo y comprometido no denunciaron los juicios al estilo del que se efectuó contra Sosa Blanco, el doble proceso judicial a los pilotos, los fusilamientos sin proceso judicial adecuado, el golpe de Estado contra el presidente Manuel Urrutia, que dirigió el propio Fidel Castro, el encarcelamiento del comandante Húber Matos y otras muchas barbaridades que no tenían justificación alguna y presagiaban lo que vendría después.
Pero especulación aparte hay una dolorosa realidad. La sociedad civil ha sido destruida. La economía esta en bancarrota. La represión abierta y descarnada, junto al control económico del país que convirtieron al gobierno en benefactor o inquisidor según el caso, fueron los factores que determinaron el establecimiento de un régimen totalitario que se ha extendido por más de cinco décadas.
La dictadura ha parido un ciudadano depredador del entorno y del prójimo. Sujetos que disfrutan la cosecha de víctimas que subsisten en un perenne ambiente de miedo, inseguridad y dudas. Individuos sin compromisos sociales que en sus empeños egoístas, hagan imposible la reconstrucción del país.
Por eso lo peor de esta herencia totalitaria no es el desastre económico, ni los sueños robados y ni aun las vidas perdidas, sino el robo cometido contra el futuro de la nación al corromper a un amplio sector de la ciudadanía.
Refundar el país será costoso en todas las instancias. Será un trabajo duro y arduo que demandará el concurso de todos los que tengan la voluntad y el coraje suficiente para levantar a Cuba desde sus ruinas.


Pedro Corzo

La Tala de los Robles.

La Tala de los Robles.


Fueron pinos nuevos como hubiera dicho José Martí, pero el sacrificio continuado, la entrega a una causa que defendieron hasta el último aliento los transformó en robles, en símbolos de una resistencia que ha superado toda expectativa e infinidad de vicisitudes.

Los robles están cayendo. Hace años que la oscuridad se viene cerniendo sobre un bosque de hombres y mujeres que en los mejores momentos de sus vidas escogieron el camino más difícil, que como es sabido es el del deber.

La guadaña esta haciendo una cruda cosecha de muerte e inexorablemente, según transcurran los días, ya no son años, serán más los que integraran el pasado, aunque los que sobrevivan quieran seguirlos viendo en presente.

Más de medio siglo de confrontación, tenacidad y perseverancia han impuesto un precio. Nunca imaginaron los que estrenaron la adolescencia en la lucha contra el totalitarismo y sobrevivieron sus brutalidades, que el proceso iba a ser tan despiadado y cruento. La realidad contrarió sus sueños y esperanzas. No importaron sacrificios ni esfuerzos. El resultado les superó la vida.

La vida la recorrieron conscientes del camino que les correspondían. La adversidad fue vencida por las convicciones. Cierto que tomaron el descanso de la familia, los hijos y los nietos, pero nunca dejaron la ruta. Permanecieron comprometidos. No fueron seducidos por una existencia en las que sus obligaciones con la tierra en la que habían nacido, no estuvieran presentes.

Las frustraciones y los desencantos no impidieron que continuaran hasta el último suspiro mirando el sol de frente y exigiendo para los demás lo que anhelaban para ellos. Escogieron su destino y la manera de vivir,  una condición que demanda una entereza moral extrema.

Fue Cronos, no la dictadura y sus feroces esbirros, quien venció a hombres como Gustavo "El Coronel" Rodríguez Pulido,  Reinaldo "El Chino" Aquit Manrique, José "Pepe" Fernández Vera o Rigoberto "El Látigo" Acosta y los muchísimos que le precedieron y los innumerables que seguirán sus pasos.

 

Gustavo Rodríguez Pulido, era un cubano sin tachas. Su sentido de la amistad y la fidelidad a la familia, se igualaba con sus deberes con la Patria. En el Presidio, en Venezuela después, y en Estados Unidos mas tarde, siempre trabajó a favor de la libertad de Cuba y los cubanos. El determinó cuando morir, enfrentó el final de frente, sin claudicar, como hizo siempre en vida.

Reinaldo Aquit estaba hecho de la madera de los héroes y mártires. Luchó contra la dictadura y vio morir en el paredón a varios de sus compañeros. Uno de los caídos fue su hermano Diosdado, asesinado en el presidio de Isla de Pinos.

En el exilio no le ganó el descanso y menos el retiro. Estudió, trabajó. Paralelo a la vida de hogar continuó la lucha por la democracia en Cuba. Constituyó agrupaciones contrarias al castrismo y fueron solidarios con todos los que asumieron la confrontación como medio para derrocar la dictadura.

Rigoberto Acosta fue un campesino sin estudios, que supo defender sus derechos con más coraje que el mejor de los letrados. Enfrentó simulacros de fusilamientos, cumplió largos años de cárcel y practicó con sus compañeros de cautiverios una fraternidad ilimitada.

La crueldad del enemigo no endureció su alma. Atendía a los amigos enfermos, era capaz de alimentarlos, de velar sus sueños, y cuidarlos como el más comprometido de los enfermeros.
 
Su lucha contra el castrocomunismo no se circunscribía a Cuba, por lo que no dudó en viajar a Nicaragua para con las armas en las manos combatir el sandinocomunismo. Viajó a escondidas, sin ayuda de ningún gobierno y siempre pagó el precio por defender sus ideales.

La primera quebradura del corazón de Rigoberto Acosta tuvo lugar en Nicaragua. Allí le falló por primera vez un corazón que le quedó chico a la grandeza de su alma.

"Pepe" Fernández Vera, fue pionero en la lucha contra el castrismo. Un conversador infatigable, porfiado hasta agotar a sus rivales. Seguro de si mismo. Firme en sus convicciones. Dotado de una memoria prodigiosa y de una simpatía contagiosa. Sus "guajiros" no tenían defectos y los alzados del Escambray eran los hombres más valientes que habían nacido en Cuba.

Después de estar preso muchos años,  fue desplazado a los Pueblos Cautivos. Jamás se dio por vencido y la muerte para derribarlo tuvo que tomarlo por sorpresa.

Muchos robles han caído. Eusebio Peñalver, Mario Chanes de Armas, Rafael Cabezas, el infatigable Rolando Borges. Muchos han partido. La muerte les ganó la partida pero no el decoro. ¿Quien será el próximo en partir sin haber sido nunca vencido?


Fueron pinos nuevos como hubiera dicho José Martí, pero el sacrificio continuado, la entrega a una causa que defendieron hasta el último aliento los transformó en robles, en símbolos de una resistencia que ha superado toda expectativa e infinidad de vicisitudes.

Los robles están cayendo. Hace años que la oscuridad se viene cerniendo sobre un bosque de hombres y mujeres que en los mejores momentos de sus vidas escogieron el camino más difícil, que como es sabido es el del deber.

La guadaña esta haciendo una cruda cosecha de muerte e inexorablemente, según transcurran los días, ya no son años, serán más los que integraran el pasado, aunque los que sobrevivan quieran seguirlos viendo en presente.

Más de medio siglo de confrontación, tenacidad y perseverancia han impuesto un precio. Nunca imaginaron los que estrenaron la adolescencia en la lucha contra el totalitarismo y sobrevivieron sus brutalidades, que el proceso iba a ser tan despiadado y cruento. La realidad contrarió sus sueños y esperanzas. No importaron sacrificios ni esfuerzos. El resultado les superó la vida.

La vida la recorrieron conscientes del camino que les correspondían. La adversidad fue vencida por las convicciones. Cierto que tomaron el descanso de la familia, los hijos y los nietos, pero nunca dejaron la ruta. Permanecieron comprometidos. No fueron seducidos por una existencia en las que sus obligaciones con la tierra en la que habían nacido, no estuvieran presentes.

Las frustraciones y los desencantos no impidieron que continuaran hasta el último suspiro mirando el sol de frente y exigiendo para los demás lo que anhelaban para ellos. Escogieron su destino y la manera de vivir,  una condición que demanda una entereza moral extrema.

Fue Cronos, no la dictadura y sus feroces esbirros, quien venció a hombres como Gustavo "El Coronel" Rodríguez Pulido,  Reinaldo "El Chino" Aquit Manrique, José "Pepe" Fernández Vera o Rigoberto "El Látigo" Acosta y los muchísimos que le precedieron y los innumerables que seguirán sus pasos.

 

Gustavo Rodríguez Pulido, era un cubano sin tachas. Su sentido de la amistad y la fidelidad a la familia, se igualaba con sus deberes con la Patria. En el Presidio, en Venezuela después, y en Estados Unidos mas tarde, siempre trabajó a favor de la libertad de Cuba y los cubanos. El determinó cuando morir, enfrentó el final de frente, sin claudicar, como hizo siempre en vida.

Reinaldo Aquit estaba hecho de la madera de los héroes y mártires. Luchó contra la dictadura y vio morir en el paredón a varios de sus compañeros. Uno de los caídos fue su hermano Diosdado, asesinado en el presidio de Isla de Pinos.

En el exilio no le ganó el descanso y menos el retiro. Estudió, trabajó. Paralelo a la vida de hogar continuó la lucha por la democracia en Cuba. Constituyó agrupaciones contrarias al castrismo y fueron solidarios con todos los que asumieron la confrontación como medio para derrocar la dictadura.

Rigoberto Acosta fue un campesino sin estudios, que supo defender sus derechos con más coraje que el mejor de los letrados. Enfrentó simulacros de fusilamientos, cumplió largos años de cárcel y practicó con sus compañeros de cautiverios una fraternidad ilimitada.

La crueldad del enemigo no endureció su alma. Atendía a los amigos enfermos, era capaz de alimentarlos, de velar sus sueños, y cuidarlos como el más comprometido de los enfermeros.
 
Su lucha contra el castrocomunismo no se circunscribía a Cuba, por lo que no dudó en viajar a Nicaragua para con las armas en las manos combatir el sandinocomunismo. Viajó a escondidas, sin ayuda de ningún gobierno y siempre pagó el precio por defender sus ideales.

La primera quebradura del corazón de Rigoberto Acosta tuvo lugar en Nicaragua. Allí le falló por primera vez un corazón que le quedó chico a la grandeza de su alma.

"Pepe" Fernández Vera, fue pionero en la lucha contra el castrismo. Un conversador infatigable, porfiado hasta agotar a sus rivales. Seguro de si mismo. Firme en sus convicciones. Dotado de una memoria prodigiosa y de una simpatía contagiosa. Sus "guajiros" no tenían defectos y los alzados del Escambray eran los hombres más valientes que habían nacido en Cuba.

Después de estar preso muchos años,  fue desplazado a los Pueblos Cautivos. Jamás se dio por vencido y la muerte para derribarlo tuvo que tomarlo por sorpresa.

Muchos robles han caído. Eusebio Peñalver, Mario Chanes de Armas, Rafael Cabezas, el infatigable Rolando Borges. Muchos han partido. La muerte les ganó la partida pero no el decoro. ¿Quien será el próximo en partir sin haber sido nunca vencido?



Pedro Corzo
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