domingo, 21 de marzo de 2010

CLAMOR DEL SILENCIO

 

 

 

La prisión es agobiante bajo cualquier gobierno, pero cuando se cumple cárcel en condiciones como las que caracterizan a un régimen como el cubano se transita en la angustia. El sistema es destructivo. La familia tiene que estar unida por lazos muy firmes para sobrevivir. Los amigos son reprimidos por las fuerzas policiales, e intimidados por las sociales.

 

El prisionero tiene que  poseer  unas reservas morales muy fuertes para  soportar el aislamiento, un virtual dejar de existir porque se hace real la vieja expresión de la muerte en vida. Las comunicaciones con el mundo exterior son escasas y controladas por las autoridades, y si a eso sumamos la censura sistemática a todo tipo de información,  se constituye un muro invisible que oprime hasta la asfixia.

 

Por lo anterior una huelga de hambre en una prisión totalitaria es una acción dramática que puede fácilmente concluir en tragedia. Una elección particularmente peligrosa en cualquier situación, es posiblemente catastrófica cuando tiene lugar en un estado donde no hay opinión pública, donde las denuncias al interior del país no pasan de ser un heroico susurro que vence el miedo que muchos comparten.

 

La solidaridad con el desafecto implica peligros. Represión, pérdida de empleos. Marginación. El respaldo a un huelguista implica cruzar la frontera y pasar al bando de los reprimidos, de los odiados.

 

El control de la información al interior del país es amplio y profundo. Se conoce solo lo que el gobierno quiere, se comenta en público lo que las autoridades permiten y la versión oficial, si es que existe de lo que ocurre, se sustenta en el descrédito del huelguista.

 

El mundo exterior por mucho tiempo no conocía lo que ocurría en las prisiones cubanas. En el presente la dictadura no puede esconder todos sus sucios secretos. El monopolio que ejerce sobre la información tiene fisuras,  y al fin las personas han empezado a ver y escuchar lo que ocurre en la isla de los hermanos Castro.

 

Una huelga de hambre bajo el castrismo tiene dimensiones  homéricas. Es un paso que puede ser fatal y definitivo en todos los ordenes: se puede morir, quedar invalido, lisiado de por vida o lo que es peor, perder el respeto de tus compañeros si dejas el calvario antes que se asuma una postura en común, o tus propios amigos te lo exijan.

 

Las huelgas de hambre son sin dudas un instrumento de protesta, una estrategia, una acción para llamar la atención, un reclamo de  respeto a tus derechos, un medio de presión para lograr un objetivo determinado, como dirían los militares, una táctica en la que no vas a usar todos tus recursos. El objetivo puede ser llamar la atención, lograr un propósito, consciente de que no debes empeñar la vida.

 

Sin embargo una huelga de hambre puede convertirse en el ultimo combate de la existencia por una decisión conciente que se puede tomar en el desarrollo de la misma, o simplemente porque tu cuerpo no soportó la fatiga de la batalla.

 

También hay quienes hacen una huelga de hambre con la intención precisa de echar la batalla final. De darlo todo por sus convicciones, Pedro Luis Boitel fue uno de ellos. En su última huelga no quiso informar a las autoridades. Escogió su manera de morir.

 

El heroísmo de Orlando Zapata Tamayo, su férrea voluntad, las muchas huelgas que realizó, también parecen indicar que escogió concientemente la ruta de la inmolación, del sacrificio supremo por sus ideales. El clamor de su cuerpo ha conmovido al mundo y ante esas convicciones no hay dictadura que valga, el individuo se impone al poder por grande que este sea.

 

Todo parece indicar que ellos y muchos otros partieron a la huelga consciente de que seria su final. Eligieron morir así. Fue su grito personal, un corajudo grito de silencio al sistema, un estoy preso pero aun así no has podido vencerme, aniquilarme, lo único que me queda son los huesos y la piel y los voy a dejar en esta vía por mi propia voluntad y sin tu intervención. Un acto de total y absoluta independencia.

 

Rechazar alimentos por un periodo corto de tiempo, dice Amado Rodríguez, 29 días en huelga de hambre, exige disciplina, concentración y la convicción suficiente para no ceder ante los reclamos del cuerpo, pero cuando la decisión se extiende y se suman los días y las debilidades, y solo queda el recurso de las fuerzas morales para enfrentar las demandas de una humanidad que se derrumba, es cuando en verdad el  huelguista se percata que tiene que nutrirse de su espíritu, viajar hasta los mas profundo de su ser para desgajarse de todo aquello que se ha vuelto lastre porque su objetivo en ese momento es  darse a la causa, transformarse en la luz que marcara el derrotero de los que podrán materializar los ideales.

 

Han sido muchas de 1959 a la fecha las huelgas de hambres que han realizado los presos en Cuba. Huelgas individuales y colectivas, como una en La Cabaña, 1968, en la que se involucraron mas de ochocientos prisioneros políticos.  Algunas huelgas incluían no beber agua, como la que relató el ya fallecido, Jorge Rodríguez Muro. Recuerdo todavía su relato, fue en la cárcel de Remedios, la desesperación de una sed de siete días, sin atención medica de ningún tipo,  que venció porque el enemigo satisfizo sus demandas.

 

El Dr. Alberto Fibla González, ex prisionero político cubano, que además de médico también participó en varias huelgas de hambre refiere en el libro Cuba y Castrismo Huelgas de Hambre en el Presidio Político, de José Antonio Albertini: "Una huelga de hambre es un proceso terrible. Un huelguista está agonizando después del vigésimo día sin ingerir alimentos. El hambre es insoportable. Comienza con esa sensación de vacío que todos conocemos. Más tarde, poco a poco, van faltando las fuerzas. La debilidad progresa y se adueña del cuerpo dolorosamente. Aparecen los vómitos que deshidratan, al mismo tiempo que se experimenta frialdad, palidez y sudoración pegajosa. La vista merma de día en día y se convierte en una nube que distorsiona paredes y rejas. Las piernas parecen despegarse del cuerpo. La continuidad del proceso fabrica un inválido de piernas rígidas e insensibles. La piel se va aplastando contra el hueso, como si fuera a fundirse con él. Esto que digo no es más que el preludio obligado que conduce, si la postura se mantiene, a una muerte lenta y angustiosa".

 

Es justo que citemos los al menos 12 prisioneros políticos cubanos que han perecido en huelgas de hambre: Roberto López Chávez, Luis Álvarez Ríos,  Francisco Aguirre Vidarrueta, Carmelo Cuadra Hernández, Pedro Luis Boitel,  Enrique García Cuevas,  Olegario Charlot Spileta, José Barrios Pedré, Reinaldo Cordero Izquierdo, Santiago Roche Valle, Nicolás González Regueiro, Orlando Zapata Tamayo,

Lamentablemente las huelgas de hambres se han llevado a muchos compañeros, pero muchos más han quedado quebrantados de por vida, de una forma u otra la ruda prisión cubana ha dejado sus huellas, pero a veces se aprecian mas en aquellos que con un coraje ejemplar asumieron el derecho divino de morir a su manera, pero que por diversas razones y motivos sobrevivieron a su empeño de partir como querían.

 

 

Pedro Corzo

Marzo 2009








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