domingo, 11 de octubre de 2009

EL GRAN MIAMI Y LA CALLE 8.


 

 

Mi primera casa en libertad fue Venezuela, mi deuda de gratitud con ese país es eterna, de Valencia la ciudad en la que viví por mas de una década tengo muy buenos recuerdos, otros tendrán similares sentimientos hacia Estados Unidos, España, Suecia, Puerto Rico, en fin una larga lista de naciones y ciudades que nos dieron la oportunidad de rehacer nuestras vidas cuando el totalitarismo las había quebrado

 

Sin embargo Miami y su calle 8 tienen para mí, al igual que para muchos otros cubanos un toque particular. Esta no es una ciudad perfecta, sus ciudadanos tampoco lo somos pero nadie discute que el esfuerzo y la voluntad de las comunidades aquí asentadas han hecho posible que en poco mas de 100 años Miami se haya convertido en una urbe importante en la nación mas poderosa del mundo y en un referente, para bien o para mal, de cualquier viajero.

 

Es lamentable leer y escuchar como algunos pretenden demonizar esta ciudad. Cierto que la mayor parte de los ataques provienen del régimen cubano y sus aliados que no quieren admitir, como dice Francisco Lorenzo, que los éxitos económicos, políticos y sociales de Miami son los únicos que puede acreditarse la dictadura, porque para bien o mal, los progresos de esta localidad están bien enraizados en lo cubano.

 

Por supuesto que todos tenemos derecho a mirar y apreciar en la medida de nuestra voluntad y sensibilidad, y juzgar de acuerdo a lo que vemos y sentimos, pero invito, en particular a los cubanos que no viven en Miami, a considerar que esta ciudad en cierta medida fue y es, aparte del reducto mas importante fuera de la isla de la lucha contra la dictadura, el lugar donde nuestras costumbres, tradiciones, manera de hablar, cocinar y todo lo que nos distingue de otros pueblos se ha conservado  con mas autenticidad.

 

Miami, tiene en numerosas esquinas y calles un verdadero sabor a lo nuestro, muchos negocios se identifican con nombres de la isla, al año se producen decenas de espectáculos que reeditan lo mejor del pasado común. Esta ciudad esta preñada de nuestros defectos y virtudes. Aquí hay extremistas, intransigentes, conciliadores, a favor y en contra de todas las posiciones políticas e ideológicas, pero también hay desertores de la causa que en un momento dijeron defender, gente que han cambiado de banderas y sustituido lealtades, no estoy calificando, simplemente tratando de ofrecer una visión lo mas cercana a la realidad de la ciudad donde mas cubanos hay fuera de la isla.

 

En Miami, al igual que en Cuba, Venezuela y otros países  he tenido la oportunidad de conocer compatriotas que honran y otros que disgustan. Hay políticos corruptos, trepadores de oficio, manipuladores de la desgracia y oportunistas pero esos no les hacen sombras a los que regalan luz,  

a esas muchas personas honorables, solidarias, trabajadoras, gente dispuesta a darlo todo por lo que creen.

 

De Miami salieron médicos para ayudar en Angola, Afganistán, Nicaragua y otros muchos países. También de aquí partieron hombres para luchar contra el comunismo en el Congo, Viet Nam y Centro América, por solo mencionar unos pocos. Miami ha sido solidario con toda América Latina, ha prestado  ayuda en todos los desastres que ha padecido nuestro continente y en el caso cubano en particular, es proverbial la solidaridad del desterrado  con sus compatriotas en desgracia, hasta una película venezolana de los años 80, hacia referencia a esa voluntad de dar de los exiliados cubanos de Miami.

 

Se que en muchas comunidades del destierro han tenido lugar innumerables gestos de solidaridad pero me atrevo a afirmar que a excepción de Venezuela en ningún otro país se han dado las manifestaciones de apoyo, respaldo en continuidad y profundidad como las que se han producido en este pedazo de mundo que algunos llaman la Séptima Provincia.

 

Caracas, con su inolvidable Hogar de Transito, aquella labor de amor y solidaridad que dirigían el imperecedero Monseñor Eduardo Boza Masvidal y ese hermano de todos Joaquín "Viquin" Mezo Llada, es otro jalón de lo mejor del hacer y ser cubano.

 

Miami, es la primera frontera para la mayoría de los que de una forma u otra repudiaron al régimen castrista. Desde 1959 la ciudad se convirtió en una especie de santuario para luchar contra la dictadura o como punto de partida para iniciar una nueva vida. A poco los nuevos ciudadanos provocaron en la ciudad del río una seria transformación, un cambio radical que fue más allá de sus dimensiones como urbe o como centro de producción y servicios.

 

Pudiéramos afirmar que si el cuerpo, la estructura de la ciudad cambió, su psiquis sufrió igual modificación, porque los nuevos habitantes aportaron ideas, conductas y hábitos que fueron conformando una sociedad diferente que a su vez engendraba otros cambios por el acceso siempre renovado de desterrados e inmigrantes de todo un continente. Miami de centro turístico de carácter nacional se transformó en foco de atracción permanente para peregrinos, exiliados y viajeros de cualquier parte del mundo y particularmente de América.

 

Miami se hizo puente y encrucijada. Puerta nueva para el comercio y las finanzas y para muchos una especie de capital de las América; pero para todos, el acceso primero y principal en el que dos culturas diferentes empezaban a conocerse.

 

La villa se hizo tierra de Las América, diferente a cualquier otra metrópoli de esta nación, atrae a inmigrantes porque su cosmopolitismo posee una raíz específica, un peso propio que a pesar de la diversidad de sus renovados habitantes no ha perdido. Miami, fue y es una especie de Meca para los que perdieron el aliento y las esperanzas y quieren volver a moldear sus vidas con sus manos, pero con las viejas experiencias.

 

Pero bien, continuemos con Miami y su Calle 8, una vía que  trasciende para muchos de nosotros su identificación numérica o definición de camino entre dos filas de construcciones. Calle 8, cuando se contempla en el tiempo y espacio histórico del destierro cubano es un símbolo, una historia con atributos de leyenda que el pueblo de la isla ajenizado de su entorno natural ha cultivado con dedicación y esmero, con sudores y lágrimas, pero también con sueños y desencantos.

 

Es necesario andar y desandar esa calle geográficamente  extranjera, pero que en humanidad y cultura es cubana, por eso preciso visitar ese pequeño gran mundo de la Calle 8.

 

La calle 8 con su simbolismo y realidades. Desayunar en el Versalles, almorzar en un virtual Centro Vasco y cenar en un resucitado Málaga. Caminar desde el dowtown hasta la Universidad Internacional de la Florida. Imaginemos los años transcurridos, los sueños acabados, los rostros envejecidos y las despedidas eternas en el Woodland o en el Graceland Memorial.

 

Pero también hay que pensar en las alegrías, en los sueños cumplidos, en las amistades forjadas y en los amores de ensueños. En los planes de lucha, en las ilusiones del poder nunca conquistado, en traiciones, en las amistades perdidas, en reuniones y marchas, en concentraciones, funerarias, lutos y carnavales, todo eso  es  Calle 8.

 

Ediciones Universal, Librería Cervantes o La Moderna Poesía, el Pub y el teatro Tower, el monumento a la memoria de los combatientes de Playa Girón, el Parque del Dominó, pasando por la Farmacia Sta. Clara y aproximándonos a la Casa del Preso o a la sede la Brigada 2506.

 

Para algunos la Calle 8 es emblema de lo más conservador y extremista del pensar y quehacer político cubano, es predio de locura y reacción, de entreguismo a mensajes y promesas ajenas a la raíz de la nación cubana y de ahí que los resultados o frutos históricos que derivan de la Calle  sean a veces temas de agrios debates.

 

Para otros, sin negar los errores y desaciertos que pueda albergar el oficio de haber laborado en esa arteria su significado es casi metafísico porque es una vía repleta de sentimientos, de amores a una tierra que no pueden abandonar las generaciones que ya se han marchado ni expatriar las que están llegando; un lugar donde no habría espacio ni para respirar si las ilusiones y desencantos pudieran materializarse.

 

Pero para todos, cuando llega el momento de la meditación, de la reflexión descansada y el apasionado yo se duerme; la Calle 8 es sin duda alguna un reducto de la nación cubana. Punto mágico de la cubanía transterritorializada donde la política, los dictados coyunturales sobre estrategias y tácticas y las opiniones sobre las personalidades que en un momento determinado han simbolizado tesis o actitudes pierden todo su valor y solamente nos concretamos en el deseo y la voluntad de ellos y la nuestra por regresar a la raíz, por enterrar la nostalgia por lo perdido porque ya lo habríamos encontrado.

 

Esa Calle 8 está indisolublemente ligada a la nación cubana. Más allá de su grandeza o deterioro físico es elemento importante de nuestra historia reciente y parte de nuestro futuro como nación. Esa vía es la estampa histórica de los cubanos en Miami, y esta ciudad al igual que Hialeah es expresión concreta de una tribu que se niega a perder su raíz, su originalidad y orgullo como pueblo.

 

Miami es para algunas personas una especie de Ghetto y pueden hasta llegar a aplicarles el calificativo en el tono más despectivo posible sin percatarse que el término es el rechazo consciente de una minoría a perder su identidad e integrarse a una sociedad que le absorbería por completo. Si Miami es un ghetto cubano, la calle 8 es su reducto más importante porque más allá de la política y la ideología, el sentido de cubanía ha permeado la arena y el cemento que la forman al punto que si algún día lo cubano y el cubano desaparecieran de esa calle la herencia que ellos labraron permanecería en ella.

 

 

Febrero 2007



Pedro Corzo