domingo, 16 de agosto de 2009

¡BASTA!... Y DOS CUENTOS


 

Es una expresión fuerte. Terminante. Una especie de advertencia. Puede ser la última estación antes de la confrontación. Después de un ¡basta!, el enfrentamiento del tipo que sea es inevitable al no ser que una de las partes ponga pie en polvorosa

Con esta breve palabra se identifica una controversial flotilla organizada en Key West que por segunda vez transporta a Cuba diversas donaciones con el supuesto propósito de "aliviar la aguda crisis que agobia al pueblo cubano", por lo que liberalmente se puede situar a la flotilla de marras en la vía "de buenas intenciones está empedrado el camino del infierno".

El ¡Basta! se ajusta más a nuestra realidad que a la fantasía de querer pretender atribuir a causas exógenas la profunda crisis que enturbia la existencia de la nación cubana.

Creer y hacer creer que el embargo es el origen del desastre de la economía cubana es producto de un análisis superficial y tendencioso. Lo que sufre Cuba hoy se viene gestando hace más de tres décadas. La improvisación, el derroche, el envilecimiento de la capacidad productiva por medio de subsidios extranjeros fue decisión única del gobierno cubano y solo a él corresponde la responsabilidad que deriven de los acontecimientos por ocurrir.

Al embargo, los eruditos en derecho y los humanistas más sensibles podrán censurarle lo que consideren, pero en justicia no pueden atribuirle a éste la incapacidad del régimen para autogestionarse y producir, cuando menos, los bienes más esenciales de la población.

El embargo, vigente desde 1962, fue una decisión del gobierno de los Estados Unidos en base a intereses de esa nación; pero no en efectos negativos sobre el desarrollo económico de Cuba, recuerden que según el gobierno cubano en la década del 70 la economía creció el 9%, fueron muy limitados mientras el país disfrutó de generosos subsidios soviéticos a cambio de hipotecar la soberanía nacional a la extinta URSS.

El embargo no impidió, mientras que el régimen tuvo dinero, el acceso de éste a bienes de consumo, máquinas, herramientas y tecnología avanzada. El mundo occidental otorgó créditos hasta que la dictadura cesó el pago de sus deudas. El embargo no existió nunca para Japón, Inglaterra, España, Francia, Argentina y muchos países más. Empresas estadounidenses negociaban tras bambalinas con Cuba. Panamá, era un puerto cubano en el exterior. Había dinero por lo tanto el embargo era una pequeña piedra en el zapato.

La desaparición de los subsidios y la incapacidad productiva de una economía esclerosada convierten al embargo en una seria traba a la sobrevivencia de la dictadura. Mientras hubo dinero se rechazaba la inversión extranjera, se restringían al máximo las relaciones entre cubanos del exterior y los del patio, se practicaba una filantropía doctrinaria y hasta se subvencionaban guerras regionales. En fin, el embargo duele no por los cubanos que sufren, sino porque la satrapía se desploma ante la incapacidad de generar oxígeno para su sobrevivencia.

Pero hay otro cuento con el embargo. Dónde está la firmeza de éste si recientemente zarpó la segunda flotilla, en esta ocasión con 21 barcos y decenas de toneladas de vituallas; una semana antes 180 estadounidenses viajaron a Cuba con el expreso fin de violar el "férreo" embargo ya que declararon que no se acogían a ninguna de las cláusulas de este que no permite viajes a Cuba de los estadounidenses.

Los trasnochados "pastores de la paz" han dado más de un viaje a la isla en el que han llevado autobuses y computadoras; oficina de envíos y viajes a Cuba cobran precios exorbitantes por sus servicios, dinero que en su mayoría van a las arcas del régimen cubano; compañías telefónicas continúan ofreciendo servicios aún después que el gobierno federal prohibió éstas.

Se dice que del río Miami parten artículos para Cuba y que en Key West se hacen negocios regularmente con la isla. Cabe preguntarse: ¿Dónde está la proclamada Ley Torricelli? ¿Acaso esperan aplicarla al gobierno que restituya la dictadura, si este no satisface determinadas pretensiones?

 

Pedro Corzo

1993



Pedro Corzo
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