domingo, 23 de agosto de 2009

CUBA: ANHELO Y POSIBILIDAD


 

La mayoría de la oposición política cubana de extramuros e intramuros labora fervientemente por cambios no violentos, en procura de una vía no traumática que resuelva definitivamente la profunda crisis socio-política en que está sumida la isla desde hace más de cuarenta años.

 

El sueño, el anhelo, va desde el diálogo a la reconciliación sincera de todas las partes inmersas en la problemática nacional. La aspiración es por una solución pacífica concertada, y con ese propósito están laborando oposición y disidencia, sin importar el punto geográfico en que se encuentren.

 

Sin embargo, existe una poderosa fuerza profundamente retardataria que dirige con férrea disciplina y absoluto dogmatismo la dictadura insular que rechaza de plano, sin consideración alguna, el sano entendimiento y las transformaciones necesarias que requiere una sociedad altamente esclerosada.

 

Esta conducta reaccionaria impele a una solución del problema cubano que es ajena a la voluntad de la inmensa mayoría de la oposición organizada. La violencia oficial, la represión generalizada es el caldo de cultivo preciso para que el repudio popular y hasta de ciertos sectores gubernamentales concientizados con el absurdo del sistema, se expresen en forma cruda y devastadora si el régimen continúa rechazando los reclamos de cambios estructurales.

 

La oposición podrá alimentar todas las expectativas que sea capaz de imaginar, pero el Poder puede traernos una realidad no deseada, una solución visceral, aderezada con una violencia tan multidimensional que podría socavar los cimientos más profundos de la nación. Los Castro y la elite gobernante están provocando con su rechazo a la transformación integral del sistema un clima de tensión que es muy posible concluya con una especie de Armagedón bíblico en la mayor de Las Antillas.

 

Existe, indudablemente, una voluntad de solución no violenta por parte de la oposición, pero las posibilidades de materializarlo no pueden ser unilaterales por lo que esta variante se esfuma en la misma dimensión a la decisión gubernamental de producir una hecatombe de no sobrevivir el modelo que propugna, y si a esa alternativa sumamos las vivencias populares consteladas de vejaciones, humillaciones, encarcelamiento y hasta crímenes que han sufrido millones de cubanos, se hace más quimérico el anhelo del abrazo fraterno.

 

El ciudadano de extramuros, el que no ha podido deslastrarse de agonías y angustias, al vivir, aunque sea brevemente, en una sociedad abierta, carga un propio infierno en el que se está auto cremando hace 35 años, porque ha sido objeto de toda clase de violación y frustración. Ese hombre común ha sufrido en exceso y aunque confiemos que salde con patriotismo generoso las deudas de dolor que contrajeron sus acreedores, no podemos descartar que a pesar de nuestro análisis racional de que la "violencia sólo engendra violencia", la razón y el corazón de los que durante más de tres décadas han soportado toda clase de iniquidades se expresen de otra manera, porque no es razonable esperar amor donde sólo se ha sembrado el odio.

 

El castrismo ha sido una larga y cruel tempestad que ha asolado la nación en todas sus partes, sin excluir historia y fundamentos y es el pueblo común, el ciudadano anónimo, el que con mayor crudeza sufre la masificación de su individualidad, sin importar la dimensión de si es adepto o contestatario. El individuo ha desaparecido ante la vesania de la dictadura para convertirse en un ente amorfo, sin voluntad de decisión que solo procura sobrevivir en los mínimos niveles existenciales, que en el orden moral y material que ofrece el régimen.

 

El anhelo puede ser "Con todos y para el bien de todos", pero la realidad también puede expresarse en una pendulación atroz, en la que los descamisados de hoy arrasen, en una revivida noche de San Valentín, con todo lo que represente la opresión, que no por merecida sería justa, estableciéndose una espiral que solo engendraría nuevos odios y más conflictos. La justicia se hace necesaria, el crimen no puede ser olvidado, pero el castigo no debe constituir una nueva violación, porque entonces la Isla no descansaría ni su Pueblo tampoco.

Pedro Corzo

Julio 1991