domingo, 30 de agosto de 2009

SOLIDARIDAD Y EXILIO


Solidaridad, es un termino que escuchamos y leemos con frecuencia en todos los medios de prensa, y entre los cubanos, junto a la palabra Reconciliación, tiene en muchas ocasiones una connotación política.

La Solidaridad es una obligación moral, un compromiso de apoyo y respaldo, de complicidad, de confabulación para resolver un problema. La solidaridad es voluntaria, espontánea, no  circunstancial ni oportunista en el sentido de que quienes la practiquen busquen beneficios por sus acciones.

Cuba y los cubanos llevan décadas necesitando ayuda. La realidad de la isla es pavorosa sin fenómenos naturales, así que si la miseria e indefensión ciudadana se sumerge en  una catástrofe, la situación es para angustiarse.

Hay que ayudar sin condiciones, sin límites en la medida que sea posible, pero tampoco se debe perder la perspectiva que la responsabilidad de resolver los entuertos de la isla corresponde a su gobierno, más si tenemos en cuenta que el régimen controla toda la sociedad, incluyendo la economía, y ha impedido en consecuencia el desarrollo efectivo de una sociedad civil eficiente con capacidad para asistir a los necesitados, independiente de las gestiones oficiales.

Los exiliados o inmigrantes, según sea la actividad de cada cubano que reside en el exterior, tienen la potestad de decidir como actuar en relación a lo que ocurra en la isla, pero es irracional pretender que los que están fuera de Cuba están en la capacidad de resolver los problemas que puedan enfrentar nuestros compatriotas. Hay un deber a cumplir pero se tiene que estar consciente de las limitaciones que no son impuestas por nuestros deseos, sino por las posibilidades.

Demandar ayuda para nuestro pueblo, pedir a un gobierno aliado de la causa democrática  cubana que suspenda restricciones y leyes que puedan restringir  nuestra capacidad como comunidad de asistir a nuestros compatriotas es válido en la medida que le exigimos a La Habana, responsable único de solventar los problemas de la isla, que terminé con el bloqueo interno, que autorice viajar a todos los cubanos sin limitar la ayuda que puedan transportar, que cese el impuesto del 20% al cambio de la moneda y que el costo de un viaje a Cuba se corresponda con el precio del mercado entre otras muchas impedimentas que el régimen de los Castro ha impuesto en estos casi cincuenta años.

La situación cubana, cualquiera que sea, siempre se politiza y en esa función el gobierno de Estados Unidos cumple un importante rol, al extremo que hay quienes tienden a exigirle a Washington lo que en primer lugar debieron reclamarle al régimen de La Habana; pero eso dirán algunos, es razonable, porque en el Potomac hay un respeto a la opinión pública que nunca ha existido en el Palacio de la Revolución.  

Una nación ayuda a otra en base a sus intereses y política. Condiciona esa ayuda o la da sin restricciones, según le convenga; es el gobierno del país receptor el que debe reducir sus condiciones, el que debe valorar que hacer en el mejor interés del pueblo que gobierna y no del régimen que representa.

El régimen mendigo de Cuba, vivió de Moscú por treinta años y lleva ocho dependiendo de Hugo Chávez, pero con su habitual retórica sobre la soberanía que solo defiende ante Washington, reclama con soberbia que Estados Unidos le permita comprar a crédito los insumos necesarios, a la vez que vende a la población los materiales que ha recibido como donación.

 

Pedro Corzo

Septiembre 2008.