domingo, 30 de agosto de 2009

SOBRE LA PAZ Y LA GUERRA


 

Al parecer estamos arribando a los tiempos que a los guerreros les corresponde el descanso. Hora ya, creemos que desde siempre, que el escudo y la lanza deben fundirse para hacer arados y perder los miedos.

 

Los noventa, la aurora del siglo XXI, sugieren una paz que sorprende y gratifica, pero que en correspondencia a pasadas experiencias, es prudente contemplar con suspicacia. Se decía que la Primera Guerra Mundial, 1914 a 1918, sería "la guerra que acabaría con todas las guerras", veinte años más tarde, 1939 a 1945, se confrontó la Segunda Guerra Mundial, mucho más cruel y sangrienta, creyéndose de nuevo, al finalizar ésta, en la posibilidad de lograr una paz duradera, sin embargo, desde 1945 se vive en medio de conflictos bélicos, más de 220 hasta la fecha, focalizados o regionalizados, pero tan brutales y sangrientos como los anteriores, con el agravante de que las tensiones internacionales en muchas ocasiones presagiaban que concluirían inexorablemente en un hongo nuclear.

 

Pero esta década parece ser la de la paz y del respeto a los Derechos Humanos. Cierta fue la guerra del Golfo Pérsico, y que todavía la fusilería y la metralla hacen estragos entre los hombres en muchas partes del mundo. Ruanda, Yemen, Bosnia Herzegovina, Afganistán, etc., pero también es verdad que nunca antes en la historia de la humanidad se había percibido un mayor espíritu de comprensión, de intento por concluir los conflictos internacionales y hasta de extinción, por lo menos humanización de los regímenes de fuerza como en el presente, con pocas y dolorosas excepciones.

 

Pero, lamentablemente a veces, tendemos a los extremos y la proximidad de la ansiada paz puede entorpecer nuestros sentidos, llegando a repudiar al guerrero, incurriendo en una cruel injusticia con quien asumió el uso de la fuerza como última alternativa en la defensa de sus derechos y los nuestros. El guerrero es consecuencia de la guerra y ésta, derivación natural al agotarse las soluciones políticas civiles y por esa Verdadera Verdad su civismo y peso moral en la sociedad no deben ser disminuidos.

 

Sin hacer culto a los cuarteles o al uso de la fuerza, y sí a la razón, al sano entendimiento y al diálogo constructivo, enfatizamos que el combatiente, regular o irregular, urbano o rural, merece todo el respeto y apoyo cuando se decide a empuñar un arma al hacerse imposible las soluciones cívicas en su país o su nación es agredida.

 

La paz, es esencial y es de desear que venga para quedarse de una vez por todas, pero no está de más, mientras ésta no esté asegurada, pararnos en la atalaya y escudriñar el horizonte para que otros no vengan a aprovechar nuestra confianza y robar las esperanzas. No es paranoia, es sentido de la realidad y una manera de defender el futuro es estar alerta y no execrar el derecho a la defensa, al uso de la fuerza cuando nuestros valores se vean amenazados.

 

La beligerancia, frente a la fuerza sin razón, es derecho inalienable y solo tienen que estar asistidas por las realidades que la exigen y como confirmación de este aserto en la propia declaración de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas, que expresa en uno de sus considerándoos: "Esencial que los Derechos Humanos sean protegidos por un régimen de Derecho, a fin de que el hombre no se vea compelido al supremo recurso de la rebelión contra la tiranía y la opresión".

 

Pedro Corzo

Julio 1995