martes, 18 de agosto de 2009

CASA PROPIA EN TIERRA AJENA


 

 

El pueblo cubano se ha desperdigado. El tronco y la raíz estarán por siempre en la isla nuestra; pero las ramas se han extendido tanto y elaborado tan propias raíces que no será posible su ausencia en donde hoy estén presentes, aunque las causas de la diáspora desaparezcan.

 

Escribo más con sentimiento que con quieto razonamiento y es que nunca antes he estado más convencido que hemos realizado el milagro de tener casa propia en tierra ajena. Palabras, coherencia para demostrar esta convicción tal vez me falten, pero repito, es un sentir, es una fe cimentada en la diaria visión de un éxodo que podrá o no regresar a sus raíces, pero que mantiene una identificación ancestral con su nación original, a pesar de la influencia del entorno.

 

El cubano ha construido pequeñas patrias en decenas de naciones y trasladado a ellas costumbres, hábitos, expresiones, sueños y construcciones. Ha creado en esta nación, en cualquier nación, un círculo interior que en nuestras diferencias y coincidencias se nutre sin cesar, enriqueciendo de cierta manera el patrimonio nacional y ha establecido un cordón de muy difícil existencia con el vientre nacional, a través del cual se alimentan recíprocamente madre y criatura.

 

Nuestra asimilación, integración, podrá ser total en la vida exterior, pero realizamos una vida interior que se manifiesta y enriquece en nuestros círculos existenciales más estrechos. Pensamos y actuamos con las naturales influencias del ambiente pero determinados por lo más raigal de nuestra idiosincrasia.

 

Para el espectador, la manifestación pública del cubano del exterior es sólo política, circunstancias, protagonismo, etc., pero para la mayor parte de nosotros la acción pública es una manera de expresar y reafirmar la identidad nacional.

 

Es la forma más explícita de proclamar nuestros orígenes, de identificarnos en el medio, sin que esto implique hostilidad al mismo. Es como si dijera: Estoy aquí; estoy bien; pero me debo a allá.

 

De no ser que el sentimiento nacional está incluido con todo vigor en las manifestaciones públicas no sería posible que se mantuviese una actuación pública militante y solidaria durante 36 años, en los que la frustración y la desesperanza han ocupado la casi totalidad del escenario. El cubano, en nuestro entender, más que rechazar o apoyar una situación determinada, reclama y clama su origen en consonancia con su carácter.

 

Creemos, que ese tal vez exacerbado sentido de nación es una visión inconsciente de los peligros que corre la identidad nacional. En la Cuba de los muros, ya derruidos, se perdió mucho del concepto por la imposición de un modelo estatal y gubernamental extranjero; adoctrinamiento en valores extraños; disminución de la autoestima individual; rechazo a la nación por previa identificación de ésta con el régimen existente, etc. Y en la Cuba que no conoce fronteras el concepto Nación corre peligros tangibles porque existe la posibilidad de una integración total al medio de las generaciones emergentes.

 

Hasta el momento la Cuba de extramuros puede considerarse que representa conscientemente un Valor-Nación por encima del número de personas que la integran, porque el individuo promedio manifiesta orgullo por sus orígenes y persuade a sus hijos de que también es retoño de otra tierra; incitándoles a que se expresen y comporten como tales, atiborrándole de sus costumbres y exigiéndole normas y hábitos que él poseía en su terruño.

 

El individuo se enorgullece, no se avergüenza de sus raíces y contempla con satisfacción, más allá de las inevitables miserias, sus éxitos y los de sus coterráneos.

 

Las generaciones emergentes, sin que esto implique acción política por parte de ellas, no le desertan a sus ancestros. Por etapas se identifican con el nuevo andar, pero la mayoría, en su momento, siente el ardor de la tierra casi olvidada y quizás tampoco conocida.

 

Inadvertidamente el individuo, el joven casi ajeno a las angustias de sus padres se sensibiliza. Redescubre el idioma, disfruta la comida, antes, tal vez poco apreciada. La metamorfosis se produce y hay un vuelco a las raíces. La música le ocupa, las circunstancias de la tierra original le preocupan. El individuo, ante el ejemplo y la perseverancia de su tronco retoma el rumbo; la angustia de la nación recién descubierta le ahoga y entonces, puede que  trabaje para salvarse junto a ella.

 

Pedro Corzo

1991