domingo, 23 de agosto de 2009

CASTRO: YO O EL APOCALIPSI

 

Las características de la dictadura cubana son muy propias. Aunque Fidel Castro haya copiado al carbón el patrón soviético en todo lo que le fuera conveniente para conservar el mando, es innegable que los orígenes, desarrollo, el propio liderazgo de "Fidel" y las realidades geopolíticas entre otros condicionantes, le confieren a su régimen particularidades esenciales que nos hacen suponer que el capítulo final de su despotismo no será igual al de las repúblicas populares europeas, exceptuando, lamentablemente, la Rumanía de Nicolás Ceaucescu.

 

Veamos el porqué de esta opinión:

La facción de la Revolución cubana que se hace con el poder en 1959, no tenía formación marxista ni respondía a un partido de corte soviético, sino a una personalidad que les cautivó y sedujo hasta convertirse en su profeta, -período idealista-, y más tarde, en el sustentador de poderes y privilegios que usufructuarían con una avidez insospechada. Tengamos presente que en Europa Oriental llegaron al poder los partidos comunistas, gracias al respaldo del ejército rojo, y no individualidades como en Cuba, por lo que no es de esperar que una eventual evolución de los verdaderos comunistas cubanos, si es que existen, tenga peso en el aparato político que dirige el gobierno y pueda influenciar determinantemente en los cambios que puedan producirse.

 

Fidel Castro y sus colaboradores han influenciado y determinado, sin excepción, en la vida de todos los cubanos. Este protagonismo, este poder de 35 años no es fácil de abandonar. Más aún, Cuba ha disfrutado durante la dictadura de Castro, de un peso específico en el escenario mundial muy por encima de sus potencialidades reales. Y aunque esto ha sido causa del deterioro del nivel de vida, del de los derechos ciudadanos, y del sacrificio de la soberanía nacional con el irrestricto apoyo de una extinta Unión Soviética en lo económico, político y militar, no deja de ser una verdad que enerva a sus seguidores.

 

Castro es un personaje carismático. Seductor. Podemos decir infinidad de duras verdades, pero nunca, que es un individuo gris, anodino, como los dirigentes de las desaparecidas repúblicas populares. Estas características le confieren reservas para momentos de crisis. El culto a la figura de "máximo líder o dios viviente" le posibilita, en los sectores más ingenuos, la condición de árbitro más que de actor y que haya quienes le crean ignorante de los errores e injusticias de quienes instrumentan el régimen, concediéndoles voluntad y poderes mágicos para subsanar los errores. Hasta en el plano internacional hay quienes justifican sus desafueros.

La influencia del Partido Comunista Cubano está supeditada a la determinación de Castro. Su supremo poder, similar al de Stalin y Hitler, le hace dispensador de privilegios, prisiones y muertes, y esto imposibilita una corriente renovadora en el llamado P.C.C. como sucedió en la R.D.A. y Checoslovaquia. El castrismo asfixia el pensamiento hasta de sus seguidores, por lo que niega un desarrollo liberalizador del andamiaje teórico que supuestamente sostiene el régimen. El P.C.C., fundado en 1965, fue creado a la imagen y semejanza del Comandante en Jefe. La teoría marxista arropa sus delirios de grandeza e impide que lo califiquemos como lo que realmente es: un dictador tropical con pretensiones faraónicas, un déspota en procura de la eterna divinidad.

 

Castro ha logrado que sus seguidores le identifiquen con la Patria. Que un ataque contra él se interprete como si fuese contra la soberanía de Cuba. Esta simbiosis Castro-Cuba, le ha proporcionado altos rendimientos en período de crisis, no solo en la isla sino también en el exterior, pues no falta quienes justifiquen sus aventuras y tropelías esgrimiendo argumentos de nacionalismo, latino americanismo, antiimperialismo, pasando por alto el real motivo de sus acciones y obviando los reales perjuicios que su protagonismo le producen a Cuba.

 

La proximidad a los EE.UU., a pesar de los muchos inconvenientes que esta realidad y geopolítica genera, le favorece en parte, pues justifica el endurecimiento represivo como si fuera expresión de nacionalismo y genuina manifestación de autodeterminación del pueblo cubano.

 

Sus 35 años de dictadura han sido duros. Crueles. Las injusticias están frescas en la memoria de víctimas y victimarios. allá no pueden culparse de "crímenes y desaciertos" a la antigua dirección del Partido o al anterior Secretario General. Castro, en contrario a los líderes depuestos de Europa Oriental, no heredó el poder, él lo construyó. El es el "Führer" histórico de su facción y tanto él como sus seguidores están conscientes de lo que eso significa en un desborde de pasiones reprimidas.

 

La generación que hizo la insurrección contra Batista, trató de hacer la Revolución, luchó en contra o a favor del castrismo, la que sufrió y sufre estoicamente las injusticias de la dictadura vive todavía; como también vive la generación que creció reprimida desarrollándose en un pensamiento oficial, haciendo hoy conciencia del crimen que cometieron contra ella. En fin, la mayor parte de los actores de la gran tragedia en que se convirtió la revolución están vivos y vitales, y esto agrega una dosis de efervescencia a las eventuales  crisis de la dictadura de los Castro, que no se presentó en los países del inexistente bloque soviético.

 



Pedro Corzo/ Septiembre 1994