domingo, 30 de agosto de 2009

SOBRE EL DIALOGO, LA RECONCILIACION Y SUCESION


 

 

El pensamiento y la acción de un amplio sector del pueblo cubano que se opone al totalitarismo han ido evolucionando con el tiempo hacia pautas que establecen como premisa para la solución de cualquier diferendo, el dialogo y la concertación.  Probablemente  ese cambio es consecuencia de los fracasos de todas las formulas anteriormente usadas para acabar con el régimen,  derivados quizás  de una toma de conciencia de que la realidad moderna rechaza  la confrontación,  o simplemente el oportunismo ramplón  de quienes creen que cualquier medio justifica  los fines que hagan posible acabar con una pesadilla  que ha marcado el ser cubano de forma indeleble.

 

El propósito inicial de la oposición al totalitarismo  era la ruptura, destruir el sistema,  por ese motivo  en una época se opuso a la violencia oficial la violencia de los oprimidos. Cuando la violencia que promovía la oposición internamente no fue posible  tratamos  de exportarla y generar así nuevas crisis  al régimen,  que al no concretarse hizo posible que el Poder asumiese el monopolio de la fuerza,  la que ha usado en todas las variantes a su alcance de forma  indiscriminada durante estos 47 años.

 

El poder omnímodo, el abuso sistemático y permanente de un sector de la ciudadanía contra los herejes e indiferentes, aquellos  que no se incorporaban al nuevo orden,  ahondó la brecha  estableciendo  un sistema en el que los victimarios depredaban a su antojo y las victimas sufrían del ostracismo y la discriminación, cuando no eran ejecutadas  o encarceladas. El dominio genero riquezas y privilegios, una nueva clase celosa de sus prerrogativas que rechaza  instintivamente cualquier cambio.

 

Después de años de esfuerzos, de lucha en soledad en la que muchos no querían ver ni escuchar, una fracción de la oposición planteo la necesidad de impulsar un dialogo con el gobierno, pero  la nomenclatura permaneció sorda. Los requiebros para sostener una discusión que terminara con la crisis nacional no tuvieron respuesta. El régimen guardo silencio y los hombres de buena fe que propusieron una alternativa  que excluía la violencia fueron fuertemente criticados por sus propios aliados, llegando a ser calificados,  en el mejor de los casos,  de  ingenuos.

 

Esta situación  se extendió por años y en tanto  la familia se dividió y  los amigos se perdieron. Un día cualquiera,  el oficialismo siguiendo un guión con el que pretendían desmentir actuaciones pasadas,  permitió recordar  la familia hereje y admitió que el amigo podía volver a serlo, siempre y cuando se abstuviera de promover sus ideas o atentar contra el Paraíso. Este contacto y la voluntad de reducir  los espacios que nos separan  impulso a muchos, mas allá del pensamiento político, a debatir sobre la posibilidad de una  Reconciliación, de un encuentro  en las diferencias que demandaba, eso sí,  el reconocimiento de los  errores y la admisión de  excesos y abusos contra la dignidad humana.

 

La reconciliación propuesta no sería olvido, pero proponía incluir en el debate nacional la aceptación   del concepto de rivalidad sin que significara que continuarían  asesinándose  lo unos a los otros. Sería estar concientes que las diferencias deberían ser debatidas democráticamente y el resultado respetado por las  partes. Llevaría implícito acatar que aunque el tránsito de una sociedad de arbitrariedades, torturados, desaparecidos y fusilados a una de respeto, equilibrio y derechos es una tarea muy difícil, también era  muy  urgente iniciarla.

Sin embargo esa   Reconciliación en la medida que la demanda el país continúa siendo una quimera. Las autoridades gubernamentales cubanas impiden el contacto necesario para que el pleno conocimiento del pasado posibilite la construcción de un futuro-presente donde todos y cada uno ocupemos el espacio que nos corresponde.

La reconciliación y la alternancia de poderes, la  sustitución de las ideas dominantes y en consecuencia la constitución de otro sistema social no implica la transformación del hombre, pero si demanda que deje de ser victima sin convertirse en victimario. Procurar el cambio de nosotros mismos, explorar en la mejora de nuestra condición humana  y aprender a vivir en una sociedad de  respeto y derecho.

Arribar a esta certeza es fundamental. Solo el esfuerzo por un entendimiento humano previo,  como alternativa a un eventual  proceso judicial,   puede favorecer la gestación y desarrollo de cualquier otro proceso que demande la Cuba de mañana, evitando así reeditar errores históricos.

Estas generosas propuestas  de Dialogo y  Reconciliación que se originó  en aquellos que no tenían poder político pero a los que paradójicamente la realidad histórica  les daban toda la razón, no prosperaron,  porque era imprescindible que las partes en conflictos se pusiesen de acuerdo para sostener  aunque  fuese un  primer encuentro, lo que al no suceder demostró una vez mas que  la voluntad de uno,  nunca hace una pareja.

En el presente   numerosos  cubanos de las dos orillas   que están a favor de la democracia y del respeto a la dignidad del hombre se han   abocado a trabajar intensamente por una Transición Política en Cuba. Un empeño, que merece todo el apoyo posible pero que demanda al igual que en su momento lo necesitaran el Dialogo y la Reconciliación,  una transformación en la manera de pensar y hacer de los actores  a los que les corresponda representar los roles contrarios en la escena final del totalitarismo porque  el cambio de mentalidad de una de las partes no es suficiente para montar la obra. La transición es el preámbulo de un cambio, reformas negociadas, sin rupturas, que de manera escalonada conducen a un régimen diferente

Las transiciones, son consecuencias de acuerdos de facciones en conflictos, por eso demandan, sea política o de cualquier otra índole, disposición al debate y a la búsqueda de soluciones  del diferendo. La transición  implica concertación, y la certeza previa de que el "status quo" hace difícil el gobernar, y no menos complicado hacer efectivo  el deseado cambio de autoridad. Una transición política pretende evitar la descomposición  del orden establecido, por eso procura  involucrar a todos los factores esenciales presentes en el diferendo, mas  la desactivación paulatina de  la estructura de poder sobre la que se sostiene el régimen en discusión.

Las transiciones solo se producen cuando la  parte que detenta el poder político estima que puede perder todas, o gran parte de sus prerrogativas, y el adversario tiene la certeza que no cuenta con los medios necesarios para lograr una capitulación incondicional. Los valores sobre los que sustentan su actuación las partes en pugnas, pueden o no  cambiar, pero  es fundamental que la oposición haga sentir al Poder lo precaria que es su situación. Sin esa sensación de vulnerabilidad no hay posibilidades de dejación de lo que se detenta.

El requisito básico para una transición es el dialogo político. El debate abierto y franco de las diferencias. Pero a ese dialogo solo se llega cuando hay elementos suficientes para imponerlo, o el Poder considera necesaria una legitimación de su pasado que le posibilite ser factor en el presente y el futuro. La necesidad de legitimidad, a excepción del uso de la fuerza o la conciencia de que el régimen esta en un franco proceso de descomposición, es el único factor que puede determinar que la nomenclatura cubana acepte compartir el poder.         

 

Considerando las casi inexistentes posibilidades de la  oposición  para desestabilizar al régimen,  y que  el régimen no cree que este en riesgo su capacidad para conservar el poder,  hace  pensar que Cuba esta mas próxima a un proceso de sucesión  que de transición. La intransigencia gubernamental niega espacios a la oposición, pero también, aparentemente a aquellos que  dentro del Poder pretenden en alguna medida transgredir  el pensamiento oficial.

 

El mesianismo de Fidel Castro, su figura de conductor indiscutible de un proceso que se extiende por mas de  medio siglo,  anula en gran medida  las supuestas posibilidades de cambio que puedan albergar  sectores dentro del gobierno,  o fuera de este. El proceso que tenga  lugar en Cuba a partir de la sustitución, por las razones que sean, de la figura del Caudillo habrá de generar cambios en la jerarquía régimen,  pero también en el discurso ideológico y político del aparato gubernamental.  Entonces    es de esperar que el liderazgo emergente  al  perder el iluminismo de Castro muestre disposición, en procura de una legitimidad  que le posibilite seguir siendo en alguna medida protagonista,  a la transacción, a la configuración  de una realidad nacional  menos ortodoxa.

 

No se aprecia que en Cuba se puedan producir  transiciones  similares a la de Augusto Pinochet en Chile,  a la Sandinista en Nicaragua o a la de la Junta Militar  de Argentina. Todos estos regimenes celebraron elecciones  en sociedades,  que aunque autoritarias, habían permitido el desarrollo de una sociedad civil que  disfrutaba de una relativa legitimidad y capacidad de acción. Tampoco creo  posible  que la experiencia española se repita en la isla. Las diferencias sociales y económicas entre el régimen franquista, particularmente en el periodo que muere Francisco Franco,  y el presente castrista,  son muy profundas, sin extendernos a otras consideraciones que nos desviarían del objetivo de este trabajo.

 

Por otra parte, el  totalitarismo cubano es mesiánico, completamente diferente al de los países del extinto bloque soviético u otras dictaduras totalitarias, a excepción  de la de Adolfo Hitler y Benito Mussolini. En esos estados el "aparato sostenía al régimen", en Cuba, todo parece indicar que el liderazgo de Fidel Castro es el fundamento de la estructura del poder en todas sus expresiones.  

 

Considerando lo anteriormente expuesto es de esperar que  en la isla  tenga lugar un  procesos de  Sucesión, salvo que después de la desaparición de quien encarno el proceso se produzca una ruptura, causada por las pugnas de quienes detenta el poder de las que tal vez no sean ajenas sectores de la oposición en el interior y en el extranjero,  pero ya este seria un acontecer completamente opuesto a una transición política.

 

La Sucesión  política, con todo lo que incluye, es lo más previsible en el futuro próximo de Cuba.  La lectura del presente, especulación aparte, solo permite apreciar que los intereses de sobrevivencia de la Nomenclatura están por encima de las lógicas diferencias de clanes. Hasta este momento no se aprecia un desmoronamiento de las estructuras. No hay deserciones capitales, ni  purgas  radicales y todo parece indicar  que Castro, a pesar de su evidente deterioro físico y mental,  disfruta de una  aparente lealtad entre   aquellos que esperan sucederle.

 

Cuando desaparezca  quien encarna el último régimen totalitario-mesiánico del mundo es de esperar que el escenario se parezca en gran medida  al que  en un  primer momento  se presentó en Corea del Norte,  después de la muerte de Kil Il Sung. Es de prever que todo esta preparado para que no haya Rupturas pero tampoco para que se produzca una Transición que afecte el control sobre el gobierno de quienes detentan el poder. Sin duda que habrán  nuevos favoritos, cambios en algunos escenarios políticos pero nunca  un andar resuelto hacia formas democráticas de gobierno, esa nueva ruta seguirá siendo un compromiso  de la oposición y de aquellos que, aun en el gobierno, se percaten de lo nefasto que ha sido el régimen para el país.

 

Hasta el momento en Corea del Norte  todo sigue aparentemente igual  sin embargo,  en Cuba la situación podría tener otra dinámica  ya que son numerosos los agentes ajenos al oficialismo los que pueden ejercer influencias: 

 

El fuerte movimiento contestario que opera al interior, las especiales características del exilio y  factores internacionales que por un motivo u otro siempre están pendientes de lo que ocurre en la mayor de las Antillas.

 

Estos elemento y otros muchos que puedan incidir en un eventual  proceso de Sucesión tal vez pueda determinar que se inicie una Transición  que posibilite,  como dijera Juan Pablo Segundo, durante su visita a La Habana,  que "Cuba se abra con todas sus magnificas posibilidades al mundo y que el mundo se abra  a Cuba". 

 

 

Pedro Corzo.

Enero 2006.