domingo, 30 de agosto de 2009

SOBRE MÁRTIRES, HEROES Y VICTIMA


 

No cabe duda que el hombre en particular, y la cultura a la hidalguía en general, profesa una devoción casi religiosa por los héroes y convierten en santuario las memorias y tumbas de aquellos que por devoción y/o participación dejaron en la ruta de los sueños de su época,  piel, huesos y esperanzas.

 

El culto al héroe y al mártir se originó en los tiempos más remotos. No hay período histórico ni sociedad en que los héroes no sean admirados e imitados. En el que mártires y héroes no hayan pautado la conducta de sus contemporáneos más allá del espacio-tiempo de su gesta.

 

El héroe es por lo regular la persona capaz de interpretar la realidad de su época y procura establecer su proyecto, independientemente a los riesgos que conlleve. El héroe se destaca en el quehacer por su inteligencia o fuerza, su valor ante la confrontación, conciencia ante el compromiso; disposición a la gesta extraordinaria y en momentos -son contados los elegidos- el tiempo y el espacio se conjugan con el individuo y este recibe en consecuencia una distinción casi divina por la trascendencia de su hacer.

 

Esos son los héroes epónimos, los que hacen heredar su nombre a las épocas, porque más allá de sus limitaciones existenciales: genio o hechura, han calado a profundidad sus  huellas en los tiempos por venir.

 

El héroe real puede disentir del héroe literario. Sus valores morales pueden no corresponder con la obra. El héroe se hace por acción y participación y su grandeza se mide con el rasero de su trascendencia. El espacio lo ocupan los surcos, que son sus obras.

 

El mártir es el más amado de los héroes. Es la herencia de la hechura depurada por los tiempos. El héroe extinto es venerado y casi perfecto. Su vida y obra son pocas veces cuestionadas. El mártir real es la acción humana, la idea sostenida, la participación social en el mutis de la propia existencia. El mártir es el héroe que incluye su vida en los débitos por su obra.

 

La mitificación del héroe y del mártir es un elemento que  puede alterar la herencia de ambos y la deificación por su incapacidad crítica eleva al individuo y disminuye la concreción de su proyecto.

 

Pero también consideramos que para cubrir el espacio de héroes, mártires y tumbas debe valorarse en justicia obra e individuo; porque si perjudicial al juicio histórico es la deificación, más dañino a la sociedad en su conjunto es transformar en existencia trascendente a los que no tienen o legaron obras en la vida.

 

Las víctimas, son sujetos por omisión en una catástrofe social. Las víctimas sólo actúan en una dimensión personal y nunca pública. Su proyecto es individual y no responde a las miserias de la crisis de su entorno.

 

Aparentemente, el mundo de hoy, tiene un alto déficit de héroes y mártires y un incontable número de víctimas y prudente sería reflexionar el por qué de esta situación. Será que la capacidad de "sacrificio social" del individuo ha disminuido; estaremos simplemente en un período de la civilización en que la mediocridad, el oportunismo y el escapismo se coluden para evitar figuras que convulsionen el medio o simplemente con el "progreso" se pierde la capacidad de crear héroes.

 

Los héroes de las sociedades estables son más modestos en su proyección y dimensión que los que generan las sociedades en crisis. La naturaleza del héroe de esta última sociedad es integradora y excluyente, dogmática y precaria en su proyecto. En la sociedad con un tejido civil poderoso el héroe es sectorial, permisivo y cuestionable y sus orígenes y proyectos no están, por lo regular, vinculados a la acción política o social, porque en verdad, en términos clásicos, estas personalidades son notables perno ajustan a la visión tradicional de un héroe.

 

Otra circunstancia que incide en la disminución de la figura heroica en términos tradicionales es la capacidad de penetrar y saturar el objeto (entiéndase el tele-escucha) de los modernos medios de comunicación. La posibilidad de hacer héroes de personas notables es tan infinita que éstos son menos trascendentes y globales que nunca antes en la historia. El héroe, y hasta el mártir, están dimensionados por su obra, pero la trascendencia en buena medida depende de la generación de otras realidades y éstas son tantas que sólo las excepciones entre los notables logra permanecer.

 

Sin lugar a dudas el mundo se hace menos romántico y atractivo. El desarrollo lineal se presta al tedio pero favorece menos el despotismo. El hombre de hoy es quizás más aburrido en sus propósitos pero más cuestionado en sus actos y menos peligroso en su proyección individual. Es posible prever que en el futuro habrá menos héroes y mártires absolutos y también menos víctimas ignoradas.

 

Pero, como aún estamos en el presente, en tiempos de Héroes y Tumbas, me alarma la desvalorización de las gestas, de la acción individual en un proyecto público; restarle importancia al sacrificio y la entrega del tiempo y la existencia, y eso lo hacen quienes, en apoyo a una denuncia elevan a la categoría de héroes y mártires a quienes lamentablemente son víctimas del terror y nutrientes de la tragedia. A quien quiera entender, que entienda.

 

Pedro Corzo

Febrero 1999