domingo, 30 de agosto de 2009

TOTALITARISMO E IDENTIDAD

Las características generales de una oposición política que tenga que enfrentar un gobierno surgido de una rebelión o revuelta popular, y que sostenga su discurso sobre reivindicaciones de carácter social, con fuerte carga nacionalista, son comunes en cualquier parte del mundo, solo diferenciadas por la cultura y la solidez del tejido social del país en cuestión.

 

Una revolución triunfante encanta y seduce tanto a los que procuraron su éxito como a aquellos que fueron indiferentes al proyecto. En una sociedad polarizada y que asume el sectarismo como método de cambio, no hay espacios para la neutralidad y menos aun para los que cuestionan la viabilidad de la nueva propuesta.

 

La exclusión y la satanización de  lo que no se ajusta al discurso oficial penetran todo el tejido social, aun cuando exista libertad de información y expresión. La carga emocional en la comunidad es tan vasta y profunda que los valores tradicionales son sustituidos por nuevas normas que tienden a desequilibrar al conjunto.

 

La oposición en una sociedad herética y en procura de un mensaje redentor, tiene que asumir de cierta manera una conducta de cruzada que rechace las calificaciones que le impongan y neutralice los intentos de atribuirle una especie de pecado original por disputar el derecho de presentar una nueva propuesta nacional.

 

Una singularidad de esa oposición es que no solo debe enfrentar un gobierno debidamente establecido con todos los recursos que el poder concede, sino que va a ser identificada como residuo de un pasado político que se niega a desaparecer con todo lo negativo que implique el antiguo régimen.

 

Al extremo que individuos en un momento identificados con el modelo Rebelde o Revolucionario, pueden ser  calificados como partidarios  del gobierno desplazado,  o por lo menos como elementos privilegiados de la sociedad erradicada.

 

Por estas razones  la  oposición, que en sus orígenes va a ser extremadamente impopular, tendrá que remontar no solo la popularidad y la poesía del Nuevo Orden, sino que tendrá que elaborar un discurso muy original que no pueda ser asociado con el pasado ni con el presente que adversa.

 

El proyecto político de esa oposición para ser viable  deberá fundamentarse en los más genuinos y autóctonos requerimientos de la sociedad nacional, enfatizando la independencia de cualquier otro modelo político pasado, sin caer en la tentación de denostarlo.

 

Los temas sociales y económicos deben ser tratados en profundidad y las propuestas de cambio claras y precisas para que no puedan ser manipuladas o reconducidas por el grupo en el poder.

 

La oposición no debe procurar ganar legitimidad por medio de concesiones al discurso gubernamental o a través de una identificación o defensa de los proyectos del grupo en el poder. El discurso tiene que ser tan propio que si existiesen coincidencias entre el gobierno y la oposición en algunos factores de corte social o económico, debe procurarse que quede bien clara la independencia y la originalidad de los criterios.

 

Un elemento común a cualquier fuerza opositora es la necesidad de establecer alianzas. Esas alianzas pueden tener un carácter coyuntural cuando se corresponde a exigencias temporales del entorno, pero también pueden responder a demandas estructurales del proyecto.

 

Las alianzas no deben estar motivadas por las que el adversario ha concertado sino por lo que se corresponda con el proyecto propuesto. Si se coincidiese con el aparato gubernamental en la necesidad de una asociación con un grupo determinado, se debe procurar ese vínculo sin perder la identidad política asumida.

 

Igual actitud se debe asumir con otros  agentes y circunstancias que puedan confrontar con el Poder, ya que no es  prudente aceptar como propias las  propuestas ajenas contrarias al Régimen, pero tampoco lo seria  solidarizarse con éste en su lucha contra factores generados por otra, u otras autoridades  contrarias.

 

Un aspecto que no debe descuidarse, aunque no debe supeditarse a los proyecto del gobierno que se adversa,  es la proyección internacional del discurso políticos de las fuerzas opositoras. Ese discurso debe ser consecuente con los valores nacionales que se propugnan y las eventuales alianzas que puedan generarse, también deben corresponderse con la naturaleza del propósito.

 

Un elemento fundamental en relación a las Alianzas de cualquier oposición es saber definir en el contexto político que le rodea quienes son los enemigos del proyecto, los adversarios, los aliados y los amigos. Si no se tienen bien claras estas definiciones las eventuales alianzas pueden resultar más catastróficas que la soledad política.

 

Otro elemento clave para cualquier oposición viable es la autosuficiencia. Si una fuerza no tiene elementos propios de sostenimiento corre el riesgo de perder su capacidad operacional y hasta su existencia puede estar en peligro.

 

La dependencia tanto económica como logística de una fuerza política, es sin duda alguna, el lastre mas pesado en el desarrollo de cualquier  proyecto.

 

Pero si es importante considerar los limitantes que impone una ayuda exógena,  más determinante todavía es, la crisis que puede generar el cese de colaboraciones  o prestaciones de una entidad que no sea parte esencial del conflicto.

 

Una oposición política solo gana legitimidad y espacio si es capaz de poner al adversario a la defensiva. Si la oposición asume la conducción del discurso político se esta aproximando a la toma del poder, sin embargo mientras el Régimen pueda conformar y dirigir la oposición  y hacerla transitar por los canales de acción  que  dispone, las fuerzas opositoras serán parasitas del gobierno y su capacidad de cambios nula.

 

La oposición no debe sostener sus proyectos sobre elementos que no le sean propios, ni dar por hecho que tanto los aliados como el enemigo se van a conducir en base a sus intereses. En ningún momento  se debe fundamentar la estrategia sobre terceros y menos suponer, sin elementos informativos suficientes, que el Poder va a satisfacer sus demandas.

 

Pedro Corzo

Julio 2005