domingo, 23 de agosto de 2009

CUBA: PODER ABSOLUTO Y DISUASION ALTERNATIVA


 

Conociendo el concepto absoluto y fundamentalista del Poder que tienen los Castro, es preciso considerar que, independientemente a consideraciones ideológicas y políticas, en cualquier estrategia que se implemente contra el régimen que representan debe estar bien explícita una práctica disuasoria por parte de la oposición ya que ellos no accederán a transformaciones estructurales por derivación de sus propios análisis por voluminoso que sea el fracaso político-económico; y menos aún admitirán cambios en virtud a las críticas que puedan hacer sus adversarios.

La práctica disuasoria tiene un ejercicio de amplio espectro y, aunque en su naturaleza está implícito el uso de la fuerza, la misma responde a una gama de manifestaciones tan variadas que no precisamente tienen que concretarse en una confrontación directa. Aunque tampoco puede descartarse, cuando se inicia una escalada disuasoria, esta posibilidad.

El régimen cubano se ha sostenido sobre diversos factores que van desde medidas populistas en los aspectos socioeconómicos a la exacerbación de los valores nacionales, aunque en el plano internacional la dependencia de la Unión Soviética fuese vergonzante. Todo, además, fundamentado en una acción discriminatoria del pensamiento político y abiertamente represora las fuerzas opositoras o en disentimiento. La dictadura ha ejercido una disuasión permanente sobre la sociedad ya sea intimidando, castigando o premiando según el caso.

La oposición también ha practicado la disuasión pero sin éxito porque a pesar de los infinitos sacrificios humanos y materiales, el objetivo, derrocar al régimen, no ha sido logrado. Las fuerzas que enfrentan la dictadura no han sido capaces de ensamblar una estrategia sobre consideraciones alternativas que puedan integrarse eficientemente y actuar contra la parte y el todo del sistema que adversa, de forma continua y con la presión requerida.

Lamentablemente las estrategias desarrolladas han sido las más de las veces unidimensionales y excluyentes en su naturaleza sin considerar que existen elementos que en sus apariencias contrarias son coadyuvantes y complementarios en la gestión política. La uní polaridad conductual radicalmente excluyente de variantes complementarias de que hemos adolecido en los períodos diferenciados, por usos estratégicos-tácticos, de este longevo proceso han impedido, junto a factores internacionales, que "nuestra disuasión" surtiese el efecto deseado.

Es necesario continuar, aún más, fortalecer en todos los aspectos nuestra capacidad disuasoria, si en realidad ansiamos una solución a la crisis de carácter raigal que estamos enfrentando que sea soberana, independiente y deslastrada del totalitarismo. Tenemos que desarrollar nuestro potencial estratégico y táctico junto a la de los instrumentos necesarios para su aplicación, independientemente de las fuerzas internacionales que puedan expresarse en nuestro apoyo. La dependencia de nuestros proyectos y sus consecuentes acciones harían parásitos los resultados, de estos obtenerse.

En nuestra consideración las diferencias entre promotores y ejecutores de la disuasión, llámese opositores o disidentes, son, salvo contadas excepciones, de forma y no de fondo. El convertir las diferencias estratégicas en figuras claves de planes políticos impide conciliar elementos que en su disonancia pueden crear una armonía funcional con resultados positivos. Si logramos concertar las diferencias nutriríamos nuestra capacidad disuasoria de los elementos contrarios que en el presente la agobian y en consecuencia nuestros recursos "disuasorios", se incrementarían substancialmente.

Nunca antes como en este período los promotores y ejecutores de la disuasión, estén dentro o fuera de Cuba, han podido complementarse y apoyarse con más independencia y eficiencia que ahora. Pero desde nuestro punto de vista existe el peligro que continuemos basando la acción disuasoria en un solo aspecto estratégico (defensa de derechos humanos, referendos plebiscito, cartas y documentos reivindicativos dentro de la nominada legalidad socialista, etc.) sin que consideraciones de otras connotaciones estratégicas (actividades de protesta cívica fuera del país, uso del derecho al regreso, violando las leyes del régimen para insertarse entre los factores reivindicadores, acciones cívicas dentro de la isla y hasta la práctica de una beligerancia discriminatoria y escalonada de requerirlo las circunstancias) se integren, o puedan insertarse, de requerirlo la situación. No debemos mimetizar el pasado, la crisis nos exige una gran capacidad innovadora en nuestra gestión política pero también debemos ser capaces de ajustar viejos usos a las nuevas variantes si esto fuese preciso.

 

Pedro Corzo

Julio 1991