lunes, 28 de septiembre de 2009

ENTRE GENERALES Y DOCTORES


 

La historia de Cuba y tal vez, todas las historias de nuestras naciones han tenido lo que puede considerarse un denominador común en lo que al usufructúo de cualquier forma de poder respecta; y ese elemento constante se hace aún más evidente si nos referimos al poder político y es que el Poder, (autoridad física, moral y espiritual) transita de alguna forma por un elitismo que puede estar signado por el conocimiento o la fortuna (doctores) o el dominio que deriva del ejército o el gobierno, (generales).

 

Estas formas de expresarse el Poder permea las sociedades sin excepción incluyendo aún aquellas en las que la civilidad es esencia y presencia y por supuesto; en las sociedades autoritarias, el control y la influencia por parte de esa élite es aún más difícil de evadir y/o sustituir porque el interés de sobrevivir anquilosa los factores del poder envolviéndolos en una constante de exclusión que pretende impedir el afloramiento de contradicciones.

 

En las sociedades cerradas, la fuerza como elemento disuasorio básico del Poder impide las naturales contradicciones de una sociedad abierta en la que los usuarios del poder pueden de alguna manera relevarse y producir cambios que enriquecen el ser y hacer de la vida pública.

 

Sin embargo, aún en la sociedad sin aparente rasgo de civilidad y que aparenta ser dirigida por un monolito iluminado que no le abaten dudas ni temores la doble estructura de la autoridad está presente, y aunque por motivos de sobre vivencia los intereses de los que llamamos Generales y Doctores se coluden, los elementos contrarios están presentes aunque sean en forma embrionaria y a la espera de su florecimiento.

 

El poder en las sociedades cerradas es excluyente y selectivo en lo que atañe a enrolar nuevos miembros en la selecta vanguardia; pero no obstante los conflictos a que se hicieron referencia están presentes porque subyacen en las diferentes personalidades, intereses individuales y hasta en diferencias conceptuales aunque se esté de acuerdo en lo esencial.

 

El debate interno en el ejercicio de la autoridad pública y privada y sus consecuencias (injusticia, privilegios, abusos, clientelismo, corrupción, mejoras sociales, progresos económicos, debates políticos,  uso de libertades y restricciones de estas, etc.), en la sociedad y el individuo fue magistralmente descrito por un novelista cubano, de principios de siglo, Carlos Loveira, en una obra de género costumbrista que tituló "Generales y Doctores".

 

El libro de marras es sin duda una radiografía de la sociedad cubana de la época ya que la describe con exactitud; descripción de grandes similitudes con la actual realidad cubana si movemos un poco los personajes y escenarios.

 

Aquellos tiempos de Generales y Doctores están reeditados hoy con más virulencia; porque nunca antes en nuestra historia republicana una selecta cofradía ha disfrutado de más autoridad para determinar política y economía, y tampoco ha estado tan disminuida la participación ciudadana en la gestión socio-política del país.

 

En Cuba los Generales mandan. El uniforme es símbolo no sólo de poder sino también de privilegios. El uniformado en sus grados más altos es un emblema de la dictadura y por lo tanto es cómplice por admisión y/o culpable por participación. El entorchado, la firmeza en la palabra, la disciplina en el gesto, es un modo de hacer y deshacer el medio que le concierne.

 

El Doctor en Cuba es poder, distinción e influencia; pero la autoridad no está vinculada a su academia, salvo que relacione su grado con la política y en ese caso al igual que el General son sostenedores de una estructura que les posibilita evadir dificultades, depredar en los derechos del prójimo en su condición de intocable fiscal y juez, y de señor de reglas y excepciones.

 

Lamentablemente los años transcurridos no han mejorado nuestra condición de ciudadanos y seguimos viendo como Generales y Doctores, a veces no son ni eso, si no Caciques y Doctos, continúan conduciendo nuestros destinos como Pueblo sin que nos decidamos a actuar en consecuencia.

 

Sería conveniente que los que cuestionamos y rechazamos el actual régimen cubano nos preocupásemos por que la selecta clase de Generales, Doctores y Doctos que nos hemos gastado en nuestra República no vuelvan a repetir su protagonismo.

 

Sería inteligente por nuestra parte respetar a los "Generales" siempre y cuando no quieran traer sus cuarteles a nuestras casas. Admirar a los "Doctores" siempre y cuando no nos usen de conejillos para sus experimentos sociales o financieros, y alejar a los "Doctos" que en su inteligencia y pillería, y promesas reiteradas nos prometen mundos que sabemos no existen.

 

Aquí, en la oposición, en el exilio, también nos gastamos los tipos de generales y doctores a los que peyorativamente Loveira se refirió en su libro. Estos personajes están más allá de las ideologías, responden a tipos humanos específicos y están entre nosotros como entre ellos como podría decir cualquier libro de los considerados sagrados.

 

El asunto no es el grado militar o el nivel académico. El elemento a tener en cuenta es la falta de escrúpulos, la incapacidad a valorar las críticas, las ansias por trepar sin respetar valores y fronteras morales y por supuesto, el mesianismo que caracteriza a cada personaje.

 

Corresponde a nosotros elegir los Generales, Doctores y Doctos que de una manera u otra van a influenciar en nuestras vidas. Esa es nuestra tarea y mientras no seamos capaces de hacer buenas elecciones, no importa donde estemos geográfica o políticamente, tendremos malos conductores

 

Pedro Corzo

Marzo 1994