jueves, 17 de septiembre de 2009

LAS PURGAS: ABERRACION DEL TOTALITARISMO


 

 

Las purgas político-militares son exclusivas de los sistemas totalitarios. La naturaleza alienante de esos regímenes exige un drenaje periódico a las frustraciones, rivalidades y desencantos de los dirigentes que se traduce la mayor parte de las veces en la muerte, y cárcel para los menos fuertes en los cíclicos choques intra Partido.

 

Esta forma de selección natural dentro de una misma especie política tiende a cubrirse con acusaciones de traición, deslealtad, corrupción o cualquier otro calificativo que pueda denigrar la facción rival. Las incriminaciones pueden tener cierta sustentación real pero lo más probable es que sean  simples disidencias en contra de la corriente más poderosa del Partido y en los casos de oposición abierta jamás se le reconoce al dirigente procesado una real y honesta crisis de conciencia sino que se le moteja de traidor y de servir a los intereses nacionales e internacionales de los genuinos enemigos del sistema.

 

Una manifestación curiosa de las Purgas es que los encartados regularmente reconocen su culpabilidad y hasta llegan a atribuirse crímenes que aún no le han sido imputados.

 

El sistema presiona por todos los medios para que los "culpables" no parezcan víctimas. Ellos son manipulados sicológica y moralmente hasta extremos intolerables, aceptando cualquier decisión, hasta la muerte, por tal de escapar del círculo de terror. Un caso típico, el del mariscal Tujachevski, jefe del estado mayor del ejército rojo desde 1925 a 1937, que en los Procesos de Moscú, montado por Stalin, aceptó junto al estado mayor de ese ejército, que estaban traicionando a la Revolución y al Partido desde los inicios del poder soviético; como si la circunstancial discrepancia no fuera una eventual desavenencia con el Partido.

 

La presente purga que se está produciendo en la dictadura cubana responde a tensiones internas entre la dirigencia, pero los Castro profundizan estas tensiones, incrementando la represión, para eliminar toda posibilidad de que surjan elementos que puedan sustituirles. Para ambos, la autoridad absoluta de su poder es más importante que la capacidad profesional de los procesados o la práctica de viejas y nuevas lealtades. Esta decantación deberá producir elementos más fieles, "cuadros" que no se atreverán a la más pequeña disensión porque se les ha convencido de la irreversibilidad de la presente estructura de mando.

 

Las purgas se ejecutan ante los nuevos riesgos internos que pueden acarrear las coyunturas internacionales (Stalin, ante el rearme alemán y Castro, frente a la múltiple crisis que afronta) o ante reales peligros de un particular desarrollo de la oposición dentro del Partido y Gobierno: Hitler, el 30 de junio de 1934 ordena el asesinato de Rochm, Strasser y  Von Schleicher y la destrucción de las S.A., fuerza paramilitar del partido nazi, y Fidel Castro en 1967, cuando el denominado proceso micro fraccionario apoyado por la Unión Soviética y ligereado en Cuba por Aníbal Escalante, ordena el encarcelamiento de un número considerable de dirigentes del ya desaparecido Partido Socialista Popular.

 

El presente gobierno cubano es menos propenso a las purgas ideológicas pero sí a las que se originan en la fidelidad a Fidel. Y esto se debe a que el gobierno no está realmente enraizado en Partido o Ideología, como sucedió en la URSS o la Alemania nazi. El actual poder político cubano siempre ha estado personalizado, sintetizado en un hombre que con extrema plasticidad se identificó junto con sus incondicionales con la única ideología contemporánea que podía garantizarle continuidad en el mando supremo dándole sustentación teórica a un gobierno intrínsecamente despótico y autocrático.

 

La personalidad de Castro se ajusta perfectamente al molde nazi o comunista, pero el hecho de que el actual "poder" no se originara en un Partido le ha facilitado la solución de diversas crisis, oscilando de una concepción a otra, sin lastres doctrinarios, siendo un lacayo fiel o disidente abierto de los postulados soviéticos según convengan a sus intereses personales. Esta particularidad le ha permitido imponer su autoridad absoluta a la entelequia de Partido Comunista Cubano y a la vez continuar siendo, para algunos, el símbolo de una Revolución que en sus orígenes era profundamente humanista.

 

Las purgas en Cuba las motivan la deslealtad al Comandante en Jefe, no importa el crimen cometido o la perversión moral mientras se sea leal y es que la naturaleza del poder de los Castro hace que hasta la dirigencia suprema se sienta más o menos amenazada, situación que les impele a la búsqueda de un espacio político que les consolide aún más, creando una pugnacidad entre facciones que tiene como resultado una permanente depuración en la que inocentes y culpables se confunden ante el aplastamiento que produce la fracción triunfante que al igual que su rival en desgracia tuvo en un momento dado el apoyo y aliento del máximo líder.

 

Pedro Corzo

Enero 2009