viernes, 25 de septiembre de 2009

LA METAMORFOSIS DEL CASTRISMO.


 

Sin lugar a dudas en Cuba pueden suceder cambios políticos sin la participación popular porque en la isla caribeña la soberanía nacional radica en un Olimpo singular donde el Rey de Reyes dispone de los recursos necesarios para imponer lo que mejor convenga a la permanencia del régimen.

 

Los Castro, después de la designación lo prudente es el plural, han sido capaces de interpretar y satisfacer los intereses y ambiciones de sus demiurgos menores y dispensar con hábil estilo tanto garrote como  zanahoria, por supuesto  mucho más el garrote, en la población en general.

 

Por otra parte han demostrado ser hábiles en crear mecanismos  a los que se tienen que incorporar y responder la mayoría de los ciudadanos, so pena de ser convertidos en ciudadano de segunda, como dice y escribe el ensayista Antonio Jorge Fonseca.

 

No obstante cuando este proceso concluya y se efectúen las indispensables investigaciones históricas y sociológicas sobre la conducta del cubano como individuo y grupo, es de suponer que  estas muestren, independiente a la acción gubernamental, las condiciones mentales y emocionales de una población que aunque se había caracterizado en su breve vida republicana por la intranquilidad política y la violencia sectaria, a fin de cuentas, toleró un liderazgo particularmente absoluto y prolongado.

 

Los resultados de esas pesquisas son importantes para comprender un fenómeno tan singular, porque es difícil creer que la sola acción oficial  haya sido capaz de un control tan absorbente de una comunidad rica en organizaciones de la sociedad civil, con medios de comunicación que cubrían el territorio nacional y una población que tenía niveles de educación e instrucción satisfactorios.  

 

No obstante es fácil comprender que la asociación de un liderazgo caracterizados por criterios absoluto pero mutable en la aplicación de formulas de gobierno, tiene recursos que una sociedad democrática no dispone.

 

Si hacemos una retrospectiva del régimen cubano se puede apreciar que desde sus albores poseía una capacidad de cambio e improvisación que sin afectar su esencia le permitía disponer de recursos y mecanismos que en cierta medida le concedían una renovación que  generaba nuevas expectativas de apoyo entre la población y  sus partidarios.

 

La pronta identificación de la Nación con el concepto Revolución y la deificación de un líder consagraban una síntesis que aproximaban al régimen a una teocracia, estableciéndose una especie de santísima trinidad que glorificaba o denigraba a voluntad. La feligresía nacional, abrumadora en número, en poco tiempo trascendió las fronteras  y los actos de fe en el proyecto castrista se extendieron a los lugares más recónditos.

 

En la misma retrospectiva contemplamos como el proceso mutaba de revolución ultra nacionalista a clientelar de una potencia extranjera, asumiendo las conductas que el compromiso demandaba.

 

Lo interesante es que la figura del Conductor, a pesar de contradicciones y abiertas traiciones a los postulados que había proclamado no disminuía ante sus seguidores. La realidad es que en cierta medida se fortalecía.Los  ajustes y cambios tendían a afirmar en el poder a la plutocracia gobernante, y la nueva etapa totalitaria conservaba las características esenciales de los ciclos precedentes: Paternalismo, Populismo y Dictadura.

 

El eco histórico de la quiebra de la ideología marxista, sostén teórico del gobierno cubano, y la sobré vivencia de este a pesar de la bancarrota de la doctrina, confirman la hipótesis de la asociación al Kremlin por conveniencia y no por convicción. La práctica soviética y el marxismo fueron una especie de primera frontera para la oligarquía partidaria, una línea de contención y arropamiento teórico que tendía a justificar las disensiones con las promesas de un mundo mejor.

 

El fin del imperio soviético afecta profundamente al régimen cubano pero no lo desestabiliza, porque su aguzado sentido de la oportunidad y la ausencia de conceptos éticos, le permite aplicar reformas temporales que no afectan el núcleo del sistema. Una vez mas se reafirmaba  que el régimen no se sustenta sobre valores inmutables, salvo en la dimensión en que pueda incidir en la máxima literatura. Las disposiciones, aunque tímidas, eran contrarias a los postulados defendidos por décadas, pero le proporcionan el respiro necesario para una vital vuelta de tuercas.

 

En este momento asume la presidencia de Venezuela, Hugo Chávez Frías, otro fundamentalista del Poder. Las riquezas que provee el petróleo  son una especie de nuevo cuerno de la abundancia para la ínsula antillana. La alianza con Chávez le aporta al totalitarismo riquezas, pero también nuevos espacios políticos.

 

Castro se reedita así mismo. Reinventa su latino americanismo y coloca en su vetusto arsenal junto a la lucha de clases nuevas armas como el indigenismo, el medio ambiente y la antiglobalización y acepta lo que por décadas rechazó: que es posible llegar al poder por medio de elecciones y que la violencia terrorista y subversiva es solo otro instrumento. 

 

En el presente  se puede apreciar con más exactitud que el régimen cubano posee y mantiene una estructura de poder propia, de original naturaleza y dinámica, conjugada con una serie de factores externos e internos que le son favorables y que las autoridades de la isla han sabido interpretar eficientemente.

 

El Castrismo -debemos darle un nombre a la práctica de conservar el poder- dista mucho de ser un sistema de ideas singulares con proyecciones propias sobre el hombre y la sociedad, tiene menos pretensiones, es un método para gobernar. No aspira a  hacer una interpretación de lo humano y lo divino. Es prosaico porque sus herramientas claves son: la intimidación, la desconfianza, la represión, el premio al envilecimiento y el castigo al contestario. Es un método de sobrevivencia, de mutación, donde cualquier acción es válida por desquiciante y desestabilizadora que parezca.

 

El método castrista de la conservación del poder -sin referencias a la conquista - tiende a nutrirse de las fuerzas que le resisten y de las contradicciones y debilidades de estas, más la interpretación  de las brechas y coyunturas socio política que le enmarquen. El método exige un conocimiento efectivo de la realidad, un inventario preciso de los recursos, y una capacidad de acción que pueda establecer y conformar verdades convenientes al Proyecto. Las promesas son parte importante de la prédica al igual que  hacerle creer a los seguidores que son ellos los que marcan la ruta para el asalto al Paraíso.

 

Sin embargo, a pesar de habilidades, depredaciones y encantamiento, es evidente que el régimen está en su primera frontera tal y como sucedió en 1959, con el agravante de que la magia de aquel año se agotó con el tiempo y los fracasos.

 

Otra vez intentan realzar la intransigencia revolucionaria, la Patria y la Nación. Es como una vuelta a la raíz. El internacionalismo es clausurado si no se revierte en be neficio de la consolidación interna. Procuran fortalecer las bases nacionales, rescatar el "heroísmo" engavetado e incentivar un sentimiento de pueblo elegido, amenazado, de víctima heroica, de plaza sitiada. De nuevo se pretende galvanizar tras una figura sobredimensionada por los resortes del poder, a toda la sociedad. Agruparla alrededor de un Proyecto Nacional, simbolizado en una persona, que  vuelva a enrolar a la ciudadanía en la creencia de que ella es hacedora y conductora del destino del país.

 

La dictadura remoza su mimetismo. Se prepara para prostituir y dignificar según el caso. Su práctica de alquimia política, de magia de yunque y martillo está lista para una nueva forma en el mismo e imperturbable espíritu de un pasado que se repite a través de Fidel Castro y Raúl Castro, como sucesor en Jefe.

 

Las divinidades menores del Olimpo se renuevan. Los obispos castristas pasan a retiro pero no los cardenales, allí están, junto al altar mayor, Ramiro Valdez, Juan Almeida, Sergio del Valle y unos pocos más que han demostrado una fe ciega en el Conductor.

 

La liturgia cambia. Las Sagradas Escrituras son reinterpretadas. Pero el Máximo en su omnipresencia y sapiencia revolucionaria vela por medio de su mejor interprete, Raúl, porque los reajustes que imponen las circunstancias no afecten la esencia y permanencia del sistema.

 

Es evidente que el régimen tiene un plan de sobré vivencia con fórmulas que pueden incidir directamente en la economía o cualquier otra actividad gubernamental, a excepción de lo que corresponde a los resortes del Poder, pero también es cierto que el futuro depende de la voluntad de los que están en el templo, devotos y herejes.

 

La situación es muy diferente a la de la primera beatificación porque el Salvador esta cansado,  la Palabra suena hueca y la Utopía agotada. El pueblo ha sido frustrado, escamoteado en sus expectativas  y abusado. La masa perdió la capacidad de ensueño y  fe en las promesas que pintaban un paraíso en la tierra. Es escéptica, oportunista y egoísta.

 

Por otra parte al parecer entre el Pueblo y el Poder  no es posible un nuevo concordato porque las fricciones y los desencuentros del presente no son amortiguados por parachoques teóricos o platos de lentejas que ayuden a la mala memoria.

 

No obstante si tuviera lugar un milagro y una vez mas la dictadura se auto transformará sin quebrar la continuidad del liderazgo ni el discurso, el resultado sería de la exclusiva responsabilidad de los que rinden culto al poderoso y de aquellos que le reniegan, pero que no son capaces de batallar por lo que creen.

 

En esta hora 25 no hay espacio para culpar a los extranjeros. Los pretextos se acabaron. Los totíes se extinguieron. Hemos recurrido a ellos con harta frecuencia. No habrá españoles, estadounidenses, rusos o venezolanos  culpables, seremos, como siempre ha sido, los únicos responsables de lo que suceda.


Pedro Corzo

 

Abril 10 2006.