lunes, 28 de septiembre de 2009

ESTADOS UNIDOS: CONTRAPUNTEO DE UN LIDERAZGO


 

 

La política del gobierno de los Estados Unidos de América con todo el derecho que le asiste como a cualquier otra nación, responde a sus intereses como estado, pero el hecho de detentar un liderazgo mundial en determinados conceptos filosóficos, ideológicos, políticos y económicos debe compulsarle a considerar como suyos los objetivos de quienes comparten con ellos algunas de sus formas de pensamiento y consecuentes acciones.

 

La influencia directa o indirecta que ejerce esa nación, aún sobre aquellos grupos o países más independientes de la óptica de Washington, es indudable. El peso específico de los EE.UU. en la política mundial es determinante por lo que un cambio de conducta de esa nación tiende a modificar tácticas y estrategias hasta de sus propios enemigos y adversarios, por lo que es razonable que también lo produzca entre sus aliados permanentes o circunstanciales.

 

Lamentablemente casi nunca ese liderazgo es consecuente con la realidad que sufren los países o grupos que se asocian al coloso norteño. Históricamente hablando, en los últimos treinta años los Estados Unidos han establecido conductas internacionales que más tarde han abandonado sin considerar los perjuicios éticos y políticos, los estrictamente humanos tampoco han sido contemplados que sufrirían sus eventuales aliados al modificar una conducta determinada.

 

Esta contradicción tal vez se deba a que el pueblo estadounidense es fundamentalmente aislacionista. Sus problemas internos les absorben más que los externos y eso incide en las grandes dificultades de los políticos de ese país para lograr la atención y apoyo de sus conciudadanos cuando se involucran en un conflicto internacional en el que no se consideran claramente definidos los verdaderos intereses de EE.UU. en el mismo. De ahí que, aunque los gobernantes tengan conciencia de su inevitable participación en un conflicto internacional deben esperar el zarpazo del enemigo para que este produzca un shock que conmueva la opinión pública: Voladura del acorazado Maine (intervención en la guerra de Cuba por su independencia de España); hundimiento del trasatlántico Lusitania (primera guerra mundial); ataque a Pearl Harbor (segunda guerra mundial); golfo de Ton Kin (guerra de Vietnam).

 

Esta participación en la política mundial tiene que obtener el apoyo de la opinión pública nacional, por lo que en muchas ocasiones el equipo gobernante tiene que supeditar sus actuaciones no sólo a sus capacidades de análisis e interpretación, también existe un medio externo en perenne cambio con dinámica propia; sino también al criterio y sentimientos de sus nacionales que no siempre son capaces de establecer una evaluación correcta.

 

Pero independientemente a la apretada interpretación que hemos hecho del por qué son tan profundas las contradicciones de la política exterior

de E.E.U.U. existe la realidad de un liderazgo que comentamos al inicio de estas líneas; un liderazgo que si desea permanecer en el devenir histórico debe mantener una firme cohesión entre pensamiento y acción y a la vez una continuidad dialéctica que le permita interpretar los ajustes y transformaciones que exijan las circunstancias; sin compromisos o pactos que hayan establecido en el pasado con gobiernos o pueblos.

 

Un aliado firme y confiable no sólo debe correr el riesgo de pérdidas humanas y materiales, en honor a la verdad no son remisos en entregar hombres y recursos, (Corea 1953, Líbano 1956, Sto. Domingo 1965, Viet Nam 1968, Granada, Líbano, Golfo Pérsico en los 80; guerra del Golfo, invasión de Panamá y Haití; pero también deben estar dispuestos, si quieren mantener la confianza de sus aliados, a correr riesgos políticos y de opinión pública que son en verdad los aspectos que hacen quebrantar su liderazgo.

 

Los Estados Unidos han abandonado a muchos aliados y compañeros de ruta, (Vietnam del Sur, Taiwan e Irán en la década de los 70; Argentina en 1982 en su guerra contra Inglaterra; desasistió a las guerrillas contra nicaragüense en su período más crítico y cambió su estrategia de confrontación, sin considerar lo que esto afectaría a sus aliados;  han abandonado a la oposición política cubana de manera sistemática: los invasores de Girón, en 1961; un pacto denominado Kennedy-Kruschev en 1962 que hacía ilegal y punible las tácticas anti castrista que impulsaba en la víspera y por último en 1994, cancela un status especial que le concedía a todos los cubanos privilegios especiales en términos migratorios por consideraciones de políticas internas que coinciden con una política de chantaje por parte del gobierno cubano; acción que vuelve a reflejar, junto a otras muchas, que la política exterior del imperio más poderoso de la tierra responde a la presión de la opinión pública entre sus fronteras.

 

Esa ocasional falta de vocación imperial tal vez habría reducido a esa nación, si no fuese por sus recursos humanos y materiales, a una dimensión muy inferior en el ámbito mundial,  pero sus espasmos imperiales son tan poderosos que a pesar de su curso errático en política exterior es capaz de continuar en un rol que a veces parece quedarle grande a los propósitos de sus dirigentes y su propio pueblo.

 

Todo este análisis nos lleva a considerar que ese país está sometido a una conflagración interna, no violenta, no declarada; en la que muchos factores, creemos que la mayoría de buena voluntad, están inmersos en una batalla política en la que los partidarios de la tesis "de la frontera para adentro" han elaborado una estrategia de autodestrucción de escalones descendentes, algo así como la inversión de la estrategia de la guerra escalonada del general  Westmoreland en Viet Nam, que tiende a eliminar la dimensión mundial de los Estados Unidos de América, olvidando que esa proyección es la base de su capacidad de desarrollo y la garantía de existencia en libertad que posee ese país.

 

 

Pedro Corzo

1997