martes, 1 de septiembre de 2009

MEDITACIONES EN LA VIA


 

La oposición política cubana, sin importar fronteras, ha sido capaz de una constancia, de una devoción en la práctica política muy difícilmente igualable por otras comunidades en circunstancias similares.

 

Si consideramos que el escenario mundial en el que se ha plasmado esa constancia le ha sido particularmente adversa, (el encantamiento de la Revolución Cubana, la personalidad de su máximo exponente, el poderío y seducción del mensaje marxista etc.) los esfuerzos y logros son aún más destacables.

 

La oposición a que nos referimos, a pesar de su entereza, práctica y sacrificios no ha estado exenta de un caciquismo execrable, de un fiero oportunismo y la incapacidad de elaborar un proyecto político-estratégico independiente y coyuntural que sin perder el objetivo considerase las contingencias.

 

El caciquismo ha sido la más evidente de nuestras faltas. La miopía, incapacidad y ambición de unos, se confunde con el coraje, dedicación y nobleza de otros. El caciquismo ha fraccionado la oposición, nutrido la frustración individual y colectiva, ha afectado los recursos materiales y espirituales acopiados, ha posibilitado el enriquecimiento; erosionado el hacer político en su conjunto debido a un maniqueísmo demagógico y negativo.

 

El oportunismo no ha sido menos nefasto en el entorno de la política cubana. La vinculación de intereses económicos a la acción política tiende a confundir éstos en cualquier circunstancia y más aún en aquellas situaciones en el que la propiedad y la riqueza en general están en el centro del debate. Los intereses económicos inmediatos (negocios con la dictadura, ejercicios económicos entre opositores como forma de sostener e incrementar la red de esa oposición) o los intereses económicos mediatos (devolución de propiedades y valores, decisiones sobre la actual propiedad extranjera, deuda externa o las nuevas empresas cubanas que se proyectan al exterior) son elementos que requieren una máxima ponderación y un desarrollo cuidadoso para que los sanos intereses individuales o de grupos no alteren sustancialmente el desarrollo y logros del proceso.

 

El oportunismo en nuestra opinión merece una visión más exhaustiva que provoque a través de la crítica las enmiendas necesarias ya que éste no solo se manifiesta en la acción y visión económica de la problemática cubana sino que también incursiona en el favoritismo político, en las relaciones públicas, en el mundo académico y en la manipulación cruel y repudiable de la necesidad de expresar solidaridad material de la parte de la oposición exiliada.

 

La oposición, a pesar de diferencias en la conducción a la meta, tiene una opinión definida de la forma de gobierno que procura para el estado cubano. Todas las fracciones casi repiten el mismo discurso a pesar de responder a sistemas ideológicos opuestos, o simplemente, y no son pocos los ejemplos, carecer de una ideología que trascienda el anticomunismo más visceral y el establecimiento de una democracia sectaria y excluyente.

 

La política en sí no divide la oposición si la entendemos como la forma de gobierno del estado, sino las diversas estrategias y tácticas que asume ésta para dar término al proyecto político. El embargo, la beligerancia, el diálogo en sus diferentes propuestas, la resistencia armada o cívica, la condena o aprobación a la inversión extranjera en Cuba en las actuales condiciones; la práctica de influencias ante gobiernos extranjeros, etc., son elementos que aumentan la discordia, separa aliados naturales y disminuye la eficiencia en la acción de la oposición.

 

Las diferencias políticas y estratégicas permean a tal extremo los grupos oposicionista que éstos practican con intensidad y extensión un debate interno en el que la animosidad y el repudio mutuo les neutraliza su capacidad de afectar al verdadero adversario. Estos grupos llegan a involucrar en sus conflictos domésticos a aliados permanentes y ocasionales que a veces se hartan y evade compromisos previos.

 

La dependencia política y económica, con todo lo que se deduce de ambas, es otra característica que singulariza la oposición. El gobierno cubano y su oposición internacionalizaron en tiempo récord el conflicto nacional, al extremo que aún hoy, a pesar del fracaso rotundo del sistema impuesto en la isla, las autoridades insulares sólo le otorgan carácter de interlocutor, válido a una nación extranjera: E.E.U.U.

 

En los orígenes del proceso, contadas excepciones, la confrontación bélica se desarrolló con mandatos y proyectos extranjeros. Las promesas eran tomadas como compromiso entre estados y se subordinaba de diferentes maneras el interés nacional cubano al interés general de la potencia aliada.

 

Esa dependencia ha creado una especie de castración en la capacidad creativa y operativa de esa misma oposición. Esta continúa, mayoritariamente actuando por reflejo, reaccionando a estímulos y a veces como que metaboliza proyectos extranjeros (Ley Torricelli, Proyecto de Ley Helms) como si fueran la solución definitiva para la crisis nacional cubana. Pero lo peor es que, aún aquellos que rechazan tales fórmulas mágicas, en vez de crear estrategias y métodos propios, se desgastan en el contraataque y en no pocas ocasiones su discurso y actos se confunden con el del enemigo verdadero: la dictadura isleña.

 

La independencia en la acción y pensamiento político son vitales para lograr el objetivo, aunque la no dependencia reduzca los activos. El uso adecuado de las coyunturas (suma de determinadas circunstancias) suple los pasivos y garantiza la espiral hacia la autosuficiencia del proyecto propio.

 

Con regularidad desesperante presenciamos la pasividad de un liderazgo, (de alguna manera hay que llamarlo), que en propia tienda y sin prender fuego espera que la casa del vecino arda. Para algunos los errores, fracasos y excesos de la dictadura son victorias propias. Para ellos, solo queda esperar, la acción no importa; la clave está en el desgaste del enemigo.

 

Las contingencias, (lo que puede suceder o no), es conveniente tenerlas en el arsenal de un proyecto, pero hacer depender éste de la ineficiencia y desacierto del adversario es un error que sólo caracteriza la ineptitud de quien lo propone.  Las coyunturas y contingencias son ajenas al proyecto en sí; hay que considerarlas como ingrediente imprevisto del proyecto pero nunca hacer descansar éste en circunstancias imprevistas e inmanejables.

 

Es tiempo más que suficiente para que se produzca un replanteo crítico en términos teóricos y una realineación en recursos humanos e institucionales que exprese auténticamente el amplio o reducido espectro de la oposición política cubana.

 

Pedro Corzo

Agosto 1998