martes, 1 de septiembre de 2009

PERFILES DE FIDEL CASTRO


 Más allá de la repugnancia moral que nos pueda producir el dictador cubano esta la realidad de que por más de cuatro décadas ha sido capaz de centrar en si la mayor atención de sus coterráneos y una considerable aplicación por parte del resto del mundo.

Sin embargo los antecedentes del personaje de marras no parecían sugerir la influencia y el control que en su momento iba a establecer sobre la sociedad cubana y menos aun que se convertiría por cerca de medio siglo en una vedette internacional del mundo político contemporáneo.

Sin duda alguna a Fidel Castro no le faltaban atributos para ejercer un tipo de liderazgo en la sociedad cubana de la época que por desgracia padecía de un caudillismo irreverente que tuvo su mas genuina manifestación en el golpe de estado propiciado por el general Fulgencio batista unas semanas antes de unas elecciones generales, en la que el propio Batista era un candidato sin posibilidades de acceder a la presidencia de la República.

Castro, según sus contemporáneos, era audaz y temerario y sustentaba ambas cualidades en una innegable capacidad para calcular los riesgos, condición que le permitía jugar al héroe sin peligro de convertirse en mártir y de esto dan fe varios episodios de su vida: busca la  protección de la Iglesia después del fracaso del Cuartel Moncada; conversión de un área de la Sierra Maestra en una especie de santuario en el que permanecía mucho tiempo y por último, y podríamos citar mas ejemplos, su actuación durante la crisis de los  misiles en octubre de 1962, en la que provocaba tanto a los soviéticos como a los norteamericanos en la certeza de que su actitud no iba a determinar los resultados del conflicto y que si no se producía la hecatombe nuclear el emergería de la crisis con mas liderazgo y presencia mundial.

También le atribuyen  a Castro un poder de convencimiento muy notable, junto a una gran habilidad para intimar con su interlocutor a extremos de poder convertir a este en  socio principal de su proyecto  que sumado a una brillante inteligencia y excepcional memoria eran condiciones que también le favorecían.

Según cuentan quienes le conocieron a su audacia sumaba una absoluta ausencia de prejuicios éticos y morales en lo que a la conducción de un proyecto político se refería. Su falta de escrúpulos estaba sustentada en un carácter cruel capaz de los excesos necesarios que el siempre  consideraba  de corte profiláctico y que podían  enmarcarse en un proyecto general que no siempre era inmediato.

Refieren sus antiguos compañeros que Fidel Castro solo anhelaba el poder político, que siempre fue un laborante incansable en su propósito de  conquistarlo y que realmente de su  actuación  puede inferirse que solo ha vivido para el ejercicio de la política y para ocupar en esta un papel protagónico en el que nadie pueda proyectar las mas insignificante sombra.

Según estas personas, el intelecto de Castro solo se enfocaba al control del poder y agregan que siempre padeció de un agudo mesianismo por el cual se consideraba elegido a ejecutar las acciones más brillantes y trascendentales y que todas sus otras actuaciones eran simples apoyos para su gran misión.

Sin embargo es conveniente destacar que sus propósitos de ascender en la política nacional en los tiempos en que en esta se competía sobre bases plurales no tuvieron éxito pues, ni aun en el partido Ortodoxo, en el cual militaba, alcanzo posiciones importantes y cuando se postuló para representante de la República no obtuvo los sufragios necesarios para ocupar el escaño.

Aun en el periodo insurreccional en el cual el era líder indiscutido, entre otros factores por su audacia y sentido de la oportunidad, su capacidad de convocatoria popular es muy cuestionable y si logró en ese periodo acuerdos y pactos, que traiciono sin quebranto moral alguno, con otras fuerzas opositoras fue gracias a su habilidad de hacer concesiones en lo táctico sin abandonar su objetivo final de hacerse con el control absoluto de la insurrección en la primera oportunidad para luego ser el principal conductor de la Revolución.

Su amargo encanto para hacer parecer victorias las mas aplastantes derrotas debe fundamentarse en su mesianismo y en la convicción de que el poder es lo fundamental y todo lo demás accesorios prescindibles incluyendo en esto sus colaboradores mas próximos y la ideología que aparente propugnar.

El artífice de los fracasos más rotundos del periodo insurreccional fue el propio Fidel Castro. El ataque al Cuartel Moncada no fracasó por hechos fortuitos o la capacidad de combate de los militares que allí se encontraban sino por el mal planeamiento, deficiente logística y la evidente falta de preparación de los atacantes que a pesar de su patriótico entusiasmo no tenían ninguna posibilidad de éxito militar.

El posterior desembarco del Granma es un indicativo de lo que no se debe hacer cuando se va a realizar ese tipo de acción y por último el fracaso de la Huelga del 9 de abril manifiesta que no solo su planeamiento y liderazgo eran incapaces de producir la paralización del país sino que el Pueblo a pesar de detestar mayoritariamente al régimen de Batista no estaba en posición de identificarse plenamente con el proyecto que se promovía desde la Sierra.

Es indudable que un numero considerable de los éxitos rebeldes durante la insurrección estaban relacionados con la corrupción económica y descomposición moral de un sector importante de las fuerzas armadas gubernamentales sin que esto signifique que tanto en las fuerzas insurrectas como en el ejercito regular faltasen hombres probos y valientes capaces de correr los riesgos que demandasen las circunstancias y sus ideas.

Es una verdad histórica que en la famosa invasión de Ernesto Guerra y Camilo Cienfuegos a Occidente el dinero, y no solo el heroísmo de los combatientes rebeldes, derrotó al enemigo gubernamental y también es cierto que Castro estaba negociando un arreglo militar con el general  Eulogio Cantillo con el supuesto propósito de solo expulsar al dictador Fulgencio Batista.

El genio político de Castro transita por una profunda fe en su capacidad de maniobra y en considerar potencial adversario al aliado mas reverente.

Ejemplos de su confianza en si mismo hay muchos, pero entre todos destaca su fe en el triunfo aun en los momentos mas críticos de la Sierra Maestra y su proverbial desconfianza estuvo presente desde el propio año 1959 cuando no le otorgo espacio político relevante en su gobierno a ningún líder cívico de carácter nacional que no le fuera absolutamente incondicional (el presidente Carlos Prío, Aureliano Sánchez Arango, Millo Ochoa, etc.) y también  en la actitud que asumió cuando consideró que figuras de su misma vertiente revolucionaria no le merecían la confianza que el necesitaba depositar en ellos y lo muestran el golpe de estado contra el presidente Manuel Urrutia Lleo y la encarcelación del comandante Huber Matos.

Esa sempiterna desconfianza se expresaría particularmente en 1968 cuando encarceló a líderes comunistas que no le eran leales o durante el proceso Ochoa-La Guardia y el posterior encarcelamiento y muerte de quien fuera su guardián mas fiel: el general José Abrahantes.

 

Pedro Corzo